Es una tentación enorme para quien usa parte de su tiempo hurgando en la profundidad de la imaginación el soltar una perorata rebuscada sobre sí mismo; es inclusive, normal que de vez en vez use la tercera persona en símbolo inequívoco de megalomanía casera y búsqueda de cierta admiración ajena. Una tentación que hoy, rompo.
¿Qué decir de mi? Nada.
¿Qué sentido tiene desperdiciar caracteres en algo que sé. En algo que conozco?
No es necesario, a mi entender actual, desalojar una camada de párrafos en letra molde con el fin de describir mi propia persona, enumerar sueños, adjetivar cualidades que muy probablemente se vean muy bonitas envueltas en fonemas. Vamos, es filosofía barata con letras caras.
¿Palabras? No necesito.
Acciones, ofrezco.
Tres Décadas.
Un Nombre.
Una Historia.
Un Hoy.
¿Hablar de mi? No: actuar.
Soy su fan.
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