Y el frío congeló mis dedos, ni siquiera asomarme a la ventana a la 1 de la madrugada con un gabán encima me lleva a absolutamente nada. Ni los perros, ni la lluvia. Tan sólo me recuerda una y otra vez una pinche canciòn de Emanuel... misma que me sacudo de la memoria a fuerza de latigazos.
El frío congeló mis dedos y ni siquiera puedo usarlos para esas bajas acciones que se hacen a escondidas. Sin ganas. Congelado. Como apendejado a la hora de comer.
Ese día, ya que el cambio de año era cosa del pasado y llegué tarde a las notificaciones y propósitos, fue el día que el Libro Vakero se detuvo.
¿Y que hice?
Me bajé a empujarlo.
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