Mostrando las entradas con la etiqueta Momentos de Sicodelia. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Momentos de Sicodelia. Mostrar todas las entradas

viernes, 6 de mayo de 2011

¡Humo en el Agua!

… por fortuna en este momento no estoy intentando venderles libros de cuentos.


Por el momento sólo se trata de hacer un pequeño cambio en este lugar llamado Libro Vakero. Hace casi exactamente 6 años se publicaba la primera frase que este narrador decidió compartir con el mundo y que, sin querer, inauguró el gusto por la manufactura sabrosona de párrafos con olor a bosque tropical. 

Un día el laberinto se pone un poquito más claro que de costumbre, te levantas y entre toda esa maraña de pelos que cubre tu cara y que cae sobre tus hombros como vagabundo en sus mejores días te miras directo a los ojos a través del espejo empañado para decirte que tomes ese par de piernas y las muevas con el ritmo más decente posible; primero a la caída de agua que te dejará poco menos sudoroso, y luego a dar los pasos necesarios para que el día valga la desmañanada. 

De esa forma llegamos a este intermedio que no preludia un final.



¡HUMO EN EL AGUA!

GRITAS CON VOZ AGUDA PERO BIEN MALOTA Y HAN PASADO 6 AÑOS. ES TIEMPO DE MOVER ALGUNAS TUERCAS.



Este Libro Vakero es, efectivamente, una de esas tuercas. La malditatecnologia ha sido el mecate que ha sostenido más de 500 publicaciones desde mayo del 2005, primero en la impopular (y cada día más fea hasta su nada gloriosa muerte) plataforma del msn spaces y hasta hoy en este lugar ostentado por el dios google. A partir del próximo 9 de mayo, eso cambiará. 

El Libro Vakero no desaparece, sólo cambia de casa y mejora algunas funciones en lo técnico. La malditatecnologia se convierte en el segundo archivo de este barbado narrador y da paso al tercero, esta vez en plataforma adaptada al reflejo en el espejo cuando no se ven orejas de conejo. 

Se asume el nombre del autor como el mecate que sostendrá las nuevas letras. El humo en el agua se complemente con algo de fuego en el cielo. Un solo de guitarra y un par de visitas de la banda de babuinos culomorado y el gangster homínido favorito, el Señor Morsa –con todo y el Robot-. Todos dan un paso y tuercen la tuerca un poco. Sin ahorcar, sólo la acomodan para que siga rodando. 

Hasta aquí llega malditatecnologia punto com. Lo maldita se le redime por su inquebrantable servicio al apañar cuentos, poesías, rimas, habladurías e infinidad de fonemas que ustedes, amables lectores, han seguido desde la primera vez. 

A partir del 9 de mayo, día en que se cumplen los 6 años exactos de haber empezado a frasear a ojos de todo aquel capaz de llegar, este Libro Vakero empezará  -o continuará- desde otra casa


¡HUMO EN EL AGUA!

SUBE HASTA LAS NUBES Y LA CASA ESTÁ EN RUINAS. SÓLO SE ESCUCHA EL RUIDO QUE HASTA HACE UNOS SEGUNDOS ERA MÚSICA.


El autobús arranca y los colores brillan a la luz del sol del medio día en una estación del año en la que no se sabe  si lloverá o se moverá la tierra bajo los pies. ¡Qué brillen mientras puedan!, y si tiembla, bailemos antes de cubrirnos la cabeza.


Nueve de Mayo. Ese día los veo… 

...ah sí, los veo en:





miércoles, 24 de noviembre de 2010

A go go

El peinado, la jaula, tu danza que se acompaña con el ave que acicala al elefante. Tan desgarradora como la peor bailarina a go go. Pezones biónicos a prueba de muerte, nena. Déjame ciego, llévame hacia la luz.


Veo borroso, veo el futuro. Veo tu piel.
Al ver tu piel, mis ojos sólo ven sombras. En las sombras veo el futuro.

Ciego, ciego, ciego...

En la luz está tu piel, y brilla como un sol. Si me acerco moriré.

Si mueres entre el fuego, renaces como ave. Vuela, sólo ves sombras porque la luz al principio cega a quien siempre vivió en la oscuridad...

El futuro no existe. Sólo eres tú y la piel.
Y en ciertos momentos, eso es lo único que necesito. Después de todo,
¿Quién necesita ver?

Ir hacia la luz


Te ayudo a cargar tu cruz. Siempre habrá una como tú, mariposa que vuela sin que nada la detenga. Metamorfosis pasada por el arco del triunfo, pisoteada por zapatillas de moda y lápiz labial a color.

La cordura nada tiene que ver con la hermosura, ni con el futuro. Ni contigo.

Ciego, ciego, ciego...

Grandes esculturas sin forma pero con ojos de colores que iluminan. Bailarina a go go, con falda de gitana sin zapatos.

Boca de hielo, carne de papel. Tu baile hipnotiza y sella los ojos para cuando la sonrisa empiece al revés y termine a media tarde con un jugo de maíz.

El futuro sabe a vegetales bañados con lágrimas de amante al medio día. Tu futuro es como la mirada vacía del conductor de un convertible con corazón de billete.

A go go, nena. Ten piedad de mí.

Déjame entrar a tu luz, cuida mi llegada y déjame ir cuando mis alas terminen de crecer.

El beatle que canta por la paz viene de tu boca, poco a poco cambias de ritmo para continuar bronceando mis manos con tu piel. Sin ti, y con tus ojos.

Róbame el aire de entre las barbas que te cubren al anochecer. Te deshacen poco a poco, junto con mi mirada que se extingue con tu piel.

Anteojos anchos, pasta de rigor. Todos leemos mientras te pavoneas como cualquier chica a go go. Tiemblas con los aplausos y sonríes para engañar.
Te veo antes de la luz. Te muerdo con tu cruz.

Déjame correr descalzo antes de que me arrolle el camión verde que transporta blues. Llora, llora por tus manos y que tus ojos caminen entre mi luz.

Entre tus piernas mi paraíso que jamás conquistarás. Estás en tu baile, permaneces sin jugar. Te llenas de pasión que jamás en mi jardín crecerá.

Vienes en sueños, sueñas en mí. Finges la muerte y vives el fin.

Bruja a go go con aires de grandeza. Límites de azúcar y boca de dragón. Pezones biónicos a prueba de dientes, nena. Déjame ciego, llévame hacia la luz.

¿Hasta cuándo pondrás atención a tu espejo? Clava tu mártir mirada en el reflejo y despierta: tú nunca has sido rubia y yo no tengo orejas de conejo.

A go go, el baile de la vida. La mirada y la ceguera que acompañan al sol a cada salida. No lo veas, no te vistas. Conserva esa piel que tantas vidas arrebata, déjame mirarte mientras sacudo mi mata.

Pezones mágicos que dan vida. No me detengas, no descansaré hasta encontrar la salida. Me siento entre árboles de tiempo y hormigas que cargan tu saliva. Junto a mí, un grillo gigante que canta cada que un beso llega a su destino.

Un paseo en traje de expandex, brazos largos caminando a ritmo pegajoso. Bruja a go go, muchas veces santa, otras no. Una rata enjaulada buscando su color, bailando a todo vapor y mordiendo el viento matando su amor.

Cielo e infierno, baile y zapatos pastel. Pezones biónicos a prueba de muerte, a prueba de mi.

Ciego, ciego, ciego...

No me importa el futuro. Ni tú.

Quiero poder ver.


jueves, 11 de noviembre de 2010

¡Se expande!

Marco entró al despacho con los ojos muy abiertos, conteniendo la respiración para no causar una exaltación a su jefe. “Es el día más importante en la historia de la ciencia, los viajes a otros mundos parecen poca cosa comparada con esto”, se decía una y otra vez, sonriendo como sonríe un hombre ante los ojos del amor de su vida.

El Doctor lo sabía desde tiempo atrás pero no se molestó en informarle. Así solía ser: observaba sigilosamente los movimientos de los demás y recopilaba la información suficiente para tener la ventaja en cualquier momento que fuera necesario. Y si se trataba de descubrimientos así de importantes, esta habilidad se hacía más determinante.

Marco comenzó su discurso:
“Es sabido que la Tierra, nuestra Tierra, es parte de una Galaxia llamada Vía Láctea, misma que se encuentra dentro de un Universo. Hasta ahí todo va perfectamente. Pero también se sabe que, del otro lado de lo que llamamos “realidad”, existe un mundo donde todo lo que conocemos ha sucedido de maneras distintas, tomando rumbos totalmente desconocidos…”

El Dr. Laurence yacía apacible. Contemplaba los ojos de Marco y escuchaba sus palabras llenas de alegría, de esperanza, una felicidad inusitada que no había visto antes; excepto frente a su espejo cuando ensayaba uno de sus famosos discursos. Como cuando descubrió la manera de lograr una propulsión tan poderosa que hizo posible llevar a una tripulación fuera del Sistema Solar y a explorar la galaxia en menos tiempo del que nadie jamás imaginó. “Tan sólo estamos en la tercera década de este siglo XIX y la Tierra ya es capaz, gracias a mis investigaciones, de salir al Cosmos y forjar su propio destino”. Le gustaba ir y verse a sí mismo en el estrado, hablando a todos esos científicos. A pesar de haber pasado 30 años no dejaba de sonreír ante esa imagen; tal como Marco lo hacía frente a él, que seguía inmutable en su sillón hecho a la medida.

- Profesor, esto logrará que nuestros viajes sean calculados aún más exactamente, con una precisión que permitirá ver a nuestro Universo con otros ojos, pondremos una nueva luz a la exploración planetaria. ¿Cómo es posible que nunca antes nos diéramos cuenta de esto? Por el amor de dios, Doctor, ¿acaso no me ha escuchado? Le estoy diciendo que he descubierto que el Universo ¡SE EXPANDE! Cada segundo, cada que una era en esta Tierra termina y la vida se renueva, nuestro Universo da un paso más allá, ¿se da cuenta de la magnitud de este descubrimiento?

“Estoy seguro que de pronto tendré yo mismo mi sillón mullido y un asistente que venga a darme noticias tan grandes y maravillosas” – pensaba Marco para sí, ensoñando.

Quizá, en alguna dimensión distante, el Doctor estaba dando ese discurso nuevamente. Quizá en miles más era Marco quien había hecho el descubrimiento. Eso es lo que nos otorga la verdadera libertad: la posibilidad de que, en algún universo, estemos realizando un sueño; aunque también, es posible que se cometan los más crueles actos de salvajismo.

Siguió el discurso, la alegría y las promesas de mejores futuros. De tener éxito la propuesta del asistente, la humanidad se estaría encaminando a un destino brillante más allá de toda imaginación. Sin embargo, en un momento en que sus palabras tomaron un respiro, Laurence, sin mirarlo a la cara, se quitó el puro de la boca, sacó un pequeño revolver de su abrigo y dijo al atónito Marco:

- "Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes".

La seriedad con que pronunció estas palabras no pudo más que sellar la garganta del asistente. No podía creer lo que su jefe acaba de decirle. ¿Acaso la expansión del Universo no era suficiente? ¿Sería posible que en otro universo el Doctor Laurence pudiera estrechar la mano de Marco y celebrar este descubrimiento?

Comenzó a especular, en un segundo pasó por su cabeza todo el tiempo que había sido asistente del Doctor: los éxitos, los descubrimientos, las misteriosas ausencias y esa forma de observar detenidamente los movimientos y escuchar las teorías de los demás; como si todo eso lo hubiera escuchado antes.

Marco aguantó la respiración y miró al horizonte una vez más pensando en el futuro. Una lágrima se deslizó por su mejilla. Escuchó una detonación y, poco a poco, sus ojos se cerraron para siempre.

Del otro lado del Universo, él habría sido el héroe.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Tócame

¿Sabes qué sería irónico de verdad? Qué la canción más escuchada en un Ipod Touch sea, exactamente, Touch me, de Los Doors.

Ámame dos veces, una para mañana y otra sólo para disfrutar hoy. Como si fuera la última vez. Uno termina citando estas frases al menos una vez en la vida, es obligatorio. No hacerlo es abstraerse del mundo de una forma horrible. Eso no quiere decir que siempre funcione; sin embargo, el decirlo y ver los ojos de la susodicha al escucharlo te deja 3 segundos de gloria en lo que esperas entre las dos posibles respuestas: o te jala de la camisa para plantarte un beso de matameahorita o bien te tuerce la boca y suelta un sonoro e inteligentísimo “ash”.

Hay de todo: niñas que se prendan de la foto del facebook y las que se hacen las interesantes aunque te hayan visto la carota a menos de 6 metros por los últimos 5 años. Es curioso, los dos tipos suelen, de alguna manera, estar totalmente dementes. Poquito. Mucho, a veces. Eso no deja de lado que te la pases bien por lo menos 15 días. O hasta el siguiente SPM.

No, por SMP no quiero decir Su Puta Madre. No. Quiero decir Síndrome Pre Menstrual. Es complicado. Es como cuando uno es voluble, como cualquier ser humano, pero con la diferencia de ponerse realmente loco durante al menos 5 días, destruyendo y construyendo lo que ni te imaginas. No tengo idea de cómo explicarlo pero así es. Igualito.

Tócame. Súbete conmigo al corcel y cabalguemos bajo la lluvia… no me digas que eso es ridículo, por amor de dios –del que elijas esta semana, no importa, sólo no mames-.

¿Eres extraña? Cuando la gente es extraña. Sí, vaya que sé de eso. Me he pasado los últimos 15 años pensando que soy diferente a los demás, uso muy seguido la acepción “ay, la gente” cuando no entiendo algo. Y es normal, no te culpo. No me culpo. Siempre habrá “esa gente”, sólo hasta que paramos el tren y nos damos cuenta que entre esa gente estamos los dos. Y todos los demás.

¿No te parece irónico? Tu hermana está más sabrosa que tú y sin embargo nunca te puse –ni yo ni los otros catorce antes de mí- el cuerno con ella. Vaya tontos. Y la canción de mi ipod sigue pidiéndome que la toque. No puedo encontrar dónde tocarla, sólo veo la foto de un tipo de cabellera abultada que estira las dos manos. Ese cuate se parece a los amigos de Robert en la capital. Todos igualitos.

La punta de un dedo índice se desliza suavemente por una superficie tersa, casi tibia. Desde ahí hasta la cabeza que la controla se vierten pensamientos que van de lo cómico a lo destructivo y de lo bello a lo grosero. Vamos, no me van a decir que ustedes jamás lo hicieron. De seguro alguna vez su índice logró detener y reanudar la reproducción de la vida que se concibe en los oídos.

A veces pienso que las cosas deberían ser más simples. Dejar a un lado las descripciones encriptadas y las metáforas incrustadas en significados locochones, que sólo pueden entenderse por quien las escribe y que piensa que si el lector es listo, podría entenderlas después de la cuarta leída. Pero no todos los lectores leen cuatro veces, ni dos. Todo debería ser más simple, pero no lo es.

¿Sabes qué sería irónico de verdad? Que al tratar de ser complicadísimo al describir un momento que duró un segundo y que pretendes –ouh, tú siempre tan pretencioso- que dure mil años, estés escuchando algo tan simple, pero tan simple, que ni el mismo Arjona lo pudiera entender.

¿Y sabes qué? Tócame otra vez.

domingo, 2 de mayo de 2010

Anteojos

Decidí salir de allí a toda prisa. Había pasado ya bastante tiempo y no llegaba nadie, ni siquiera tú.

Mientras caminaba por la calle buscando el automóvil pensaba cuántas veces había pasado por algo similar. Salí de casa hace más de 4 horas, conduje por el camino que sale de la ciudad hasta llegar a ese lugar: medio vacío, con muchos muebles viejos y una barra larga color marfil. Como había llegado bastante temprano pedí una cerveza y tarareaba la canción que estaba en el ambiente.

Cuando se espera de esa forma y la gente no aparece, la paciencia se va perdiendo poco a poco hasta que se convierte en una sensación que se parece un poco al odio pero quizá un poco más a las ganas de patearle la cabeza a alguien. Pero dejé en paz eso y seguí tarareando hasta que me terminé mi bebida y sólo me senté ahí, como un zombi.

Elvis se mueve en blanco y negro pidiendo a alguna chica que no conozco que no sea cruel y que no se aleje de él.

¿Cómo puede ser eso posible? ¿Cómo espera que no se aleje de él después de lo que le hizo? Pienso eso y simplemente dejo el vaso, pago el trago y salgo de allí a toda prisa.

Hace muchos años que uso anteojos. Desde muy chico. Al principio no me gustaba usarlos, eran armazones plásticos enormes y hacían ver mi cabeza gigantesca y eso no me gustaba. Pensaba todo el tiempo en lo que los demás niños podrían decir de mí. Ahora eso no me importa, estoy demasiado viejo, o al menos eso pienso, como para estarme preocupando por lo que los demás digan de mis anteojos.

Al salir de nuevo a la carretera conecto el iPod a la radio. Hace tiempo que quiero ponerle una vieja casetera pero no encuentro la manera de hacerlo. Me gusta la idea de escuchar música vieja desde un aparato de la misma antigüedad, ¿han tenido esos momentos en los que no importa que tengan más de 600 discos para elegir no tienen ganas ni ánimo para escuchar absolutamente ninguno? Me pasa eso muy seguido.

Hace varios años que no sé nada de ti, desde el día en que dijiste que venías en camino para visitarme. Siempre tan ocupada. No hay evento que se escape a tu agenda y como nunca me quejo, siempre dejas hasta el último venir a visitarme. Esta mañana cuando llamaste para avisar que por fin estabas en la ciudad y que podías verme te dije que no estaba de acuerdo en ser el comodín de los eventos sociales más importantes del siglo veintiuno. Al parecer no te gustó. No te pareció nada. Me alegro que no hayas llegado a tiempo, por eso me fui justo 15 minutos antes de la hora que dijiste que llegarías. ¿Sabes? Acabo de arrojar mi teléfono por la ventanilla, no quiero que las cinco letras que componen mi nombre vuelvan a escribirse y luego tacharse y volverse a redactar en tu pequeño aparato que también reproduce canciones. No más.

ZZ Top está sonando y yo me miro en el espejo retrovisor. Llevo la barba crecida de un par de semanas –Quisiera tenerla un día tan larga como esos tres – pienso, y cambio la velocidad para cambiar de carril. Muevo la cabeza al compás de la música y poco a poco te voy olvidando.
Me detengo al llegar a un cruce poco antes de entrar al fraccionamiento donde vivo, a mi alrededor hay muchos conductores que miran hacia todos lados dando la impresión de que los que estamos cerca somos fantasmas. Manoseo el iPod y pongo un disco de Queen, comienzo a tararear “I want to break free” y me río. Me miro al retrovisor otra vez y mi expresión ha cambiado, ahora estoy radiante y sumamente contento; el cabello me cubre la parte derecha del rostro hasta la boca. Tengo una sonrisa un poco malévola, como cuando has llegado a concretar un plan excelente, un camino que no puede fallar.

Oh how I want to be free baby

Antes de acelerar, al ponerse el semáforo en verde, volteo la cabeza hacía mi derecha donde veo un letrero que no recordaba haber visto antes. Al leerlo sentí como si el tiempo se detuviera y me sentí totalmente satisfecho, podía haber dado vuelta en otro lugar y simplemente tomar un camino diferente pero no lo hice. Sonreí de nuevo.

El letrero decía: "Desaparezca aquí". Yo lo miré por encima de mis anteojos y sonriendo, desaparecí.


viernes, 23 de abril de 2010

Las Páginas

De noche, los babuinos no suelen congregarse a tomar té.

Hace mucho, cuando aún no terminaba a Robot, solía congregar a muchos buenos amigos en casa. Estar solo no es algo que se me de con facilidad así que procuro tener la casa llena de gente viva, o al menos que lo aparente de alguna manera.

¿Han leído un libro sin cambiar de página?

Como si de mirarlo te llenaras de ideas, frases, metáforas y explicaciones que pareciera que sólo son de utilidad para el que las redactó. Lo miras y la cabeza recibe como de golpe, como un ladrillo que llega de improviso a darte entre los ojos, un montón de imágenes, colores, rostros desconocidos y muchos pares de ojos que podrías asegurar haber visto muchas veces antes pero que sin embargo no puedes recordarlo.

Me pregunto dónde estará Morsa.

Alrededor de la mesa se han acomodado todos aquellos nombres que han estado en mis ojos.

Por la ventana se oye el viento silbar. Las ramas del árbol cercano se mueven como siguiendo los riffs de una guitarra poderosa. Veo pasar a mi héroe, siempre voltea con una sonrisa y levanta la mano mostrando la V de victoria. Cruzando la calle está la rubia a la cual aún no me atrevo a saludar. Ya pronto, sí.

A la cabeza de la mesa se sienta Jack, sereno. Enciende un cigarro y nos mira a todos. Va y viene de este mundo, se sirve un vaso con vino. A su derecha está José, siempre hablando como en otra lengua, otra lengua que se antoja ininteligible pero que llena de orgullo escuchar. Conversa sin parar, no alcanzo a entender cómo logra respirar; hace esto y, mientras nos esforzamos por comprender, se adueña de toda la ensalada.

Yo converso con el hombre de los ojos rasgados. Muchas historias. En todas hay una chica que es demasiado lista para cualquiera y sin embargo, tan sólo de escucharlo ya busco la oportunidad de pedirle que la traiga consigo en su próxima visita. Después de todo, no soy tan listo; o podría intentarlo.

Despampanante consecución de fonemas con molde redondito y voz aguardentosa... a veces.

Quiero concentrarme en visualizar cada letra de cada palabra que decimos en esa mesa. Ilustrar cada una con un color distinto y enviarlas al futuro para que cuando llegue y las alcance pueda re ordenar el tiempo que hasta el momento, ha corrido en reversa.

Trucos de magia sin sentido. No hay pañuelos que salgan de bolsillos sin fondo ni tampoco cartas que dejen de ser reyes de picas por cada ángulo que intentes verlas.

Mientras hablamos, imagino cómo construir. Como cruzar grandes espacios de tierra y agua para llegar a ese piso y asomarme a tu ventana justo a la hora que debería oscurecer y sin embargo brilla el sol.

Parpadeo y al voltear ahí está esa pequeña rubia de casi 17 que con su mirada es capaz de desatar una guerra entre más de 3. Con su vestido a la moda y los labios bien pintados de carmesí. Ella nos guiña el ojo y sigue su camino; sé que pronto la volveré a ver.

Me escucho una y otra vez. Parece haber sido hace siglos pero sé con seguridad que se trata de mí.

De pronto todo está en silencio.

Todos están absortos en su comida.

Me veo de cerca, con el tenedor en la mano y la mirada al frente. Sonrío mientras mastico un buen bocado.

Me levanto y, orgulloso, volteo la página.


¿Dónde podrá estar Morsa?

miércoles, 14 de abril de 2010

El Sillón

Y desde ese día, no he vuelto a ver al tal Robot.

Algunas mañanas, cuando los babuinos no madrugan y me despiertan con alaridos, gritos y múltiples aseveraciones sobre la física cuántica aplicada a los bananos suelo quedarme en la cama, mirando al techo, al cielo, a la ventana o añorando lograr tocar mis pies con los ojos.

- ¿Desayuno? - dijo Morsa, desde afuera.

Me levanto amodorrado. ¿Qué más puedo hacer? He estado 18 horas tendido, a veces con los ojos cerrados, a veces abiertos.

- Desayuno - confirmo.

¿Alguna vez se han preguntado cuántas veces puede uno vivir el mismo recuerdo sin pensar que se ha vuelto loco?

No encuentro forma de contabilizar las ocasiones.

Morsa se sienta a la mesa, se quita su sombrero a la Dick Tracy y acomoda las bananas frente a él. Miro a la ventana y ahí estoy de nuevo, levantándome.

Cabello poco plateado, sólo un poco. Piernas delgadas y barba poblada. Mil veces. Miro y ahí esta: sentado en su sillón, con la vista en la ventana. Desde aquí puedo aventurarme a asegurar que ese hombre está contento y lo está, eso queda claro por su expresión. El asunto de perder un amigo, un amigo que en su indescrifrable espiral decidió que sus pies y sus circuitos le tendrían que llevar a alguna parte fuera de allí no es algo fácil, supongo. Sabes que está pero al mismo tiempo no lo está. O ni lo sabes.

Se levanta del sillón apoyando sus manos en las piernas, se acomoda la camisa y echa su cabello hacia atrás del cuello en una actitud más bien soberbia. Me da risa. En un gesto que se antoja casi imperceptible, voltea hacia nuestra posición, Morsa disimula una risa como quien sabe lo que a continuación viene en la narración; misterioso homínido con sombrero. El hombre guiña un ojo; da tres pasos y se apoya en la ventana.

Y ahí está. Como siempre, en su sillón.

domingo, 21 de marzo de 2010

El Asesino Perfecto*

Querida mía:

Bajo la Luna azul te vi por primera vez. Hablamos tanto que pensé que había pasado una eternidad. Naufragué en tus ojos. Me rescató tu sonrisa.

Aquel día, estabas de pie sobre ese muelle. Una noche iluminada donde tu vestido rojo deslumbraba inmisericorde. Quieta. Podría haber jurado que ni siquiera respirabas. Yo pasaba desde lejos y posé los ojos por la orilla del mar buscando una estrella. Evidentemente no la encontré; mi vista se distrajo con la enorme y redonda luna que iluminaba la bahía. Después, sin pensar, estaban fijos en tus ojos, tan lejanos. Un par de lagunas verde aceituna que también me miraban fijamente, casi como si estuviera hipnotizado. Detuve mi auto. No podría seguir acelerando sin antes detenerme y salir para caminar lentamente por las vigas de madera en busca de cerciorarme que eso que me congeló fuera realmente un ser vivo.

¿Recuerdas cuando recién nos casamos? Esa semana que no paramos de mirarnos fijamente. Estabas como en una especie de trance. Yo, en consecuencia, también lo estuve. Fue una lástima cuando, tiempo después, supe que tu trance no era por lo mismo que el mío. Pero aún así disfruté cada minuto que estuve a tu lado. Siempre con esa mirada que podría ser capaz de asesinar a alguien sin decir una palabra. Tus labios gruesos que torcías maquiavélicamente cuando inclinabas la boca a la izquierda a la hora de sonreírme. Cada día y cada noche podría haber jurado que, después de hacer el amor, con esa mirada profunda clavada en mi cuerpo y después en mis ojos, ibas a perforarme el corazón hasta no dejar una sola gota de sangre en mi cuerpo.

Ese terror, y por favor considera que estoy siendo muy sincero, me carcomía la vida a cada minuto. Créeme, tu manera de amar no era nada parecido a lo que ningún hombre vivo haya tenido. Fuiste aterradora. Poseías ese don de congelar sin decir una sola palabra, y sin embargo, te deseaba como un animal. De hecho, no recuerdo que hayamos hablado mucho desde aquella noche bajo la luna. Era como si, en ese momento, hubieses dicho absolutamente todo lo que necesitaba oír de ti. O al menos lo que tú creías que necesitaba oír.

Alicia, ¿quién eres? ¿Cómo lograste vivir tantos días junto a mí, mirando la forma en que poco a poco me desquiciaba? Cada minuto perdía parte de mi cordura. Como si en ese proceso obtuvieras la llave hacía una vida eterna que sólo era posible en tu torcida imaginación. Tan dulcemente egoísta. ¿Cómo pude permitir que absorbieras mi energía como si, hambrienta, te abalanzaras sobre mi cuello? Sentía la locura tragarme, sin piedad, desde mis pies hasta la punta de mi cabello. Y tú, tú siempre apacible, ahí de pie. Siempre de pie. Inexpresiva. Excepto por esa sonrisa. ¡Maldita sea tu sonrisa, Alicia! Al mismo tiempo que me orilló a ir por ti bajo el azul de la luna, a amarte desde el primer segundo, a tenerte como compañera “hasta que la muerte nos separe”; así también, me llevó a implorar el final. No quiero volver a verte sonreír.


Hace tres noches, sentado en una mesa frente al escenario decidí que debía hacerlo. Nunca deberás dudar del amor que te demostré todos estos años. No. Inclusive cuando supe de ese incidente en tu juventud, de tu confuso pasado. No me importa que hayas estado muerta por unos minutos. Que en tu sueño mortal hayas sido una Reina y visto cosas que a la fecha no comprendo. En tus ojos siempre veré tu capacidad de tomar mi imaginación y hacerla escurrir entre paisajes coloridos y vacíos de cordura.

Esa noche, Alicia, decidí que no podía más.

Para el momento que leas esta carta estaré a punto de llegar. No trates de detenerme. Si es que en ese desierto que hay en tu corazón aún existe un poco de amor por mí como el que vivimos por unos minutos en el muelle hace tantos años, por favor, no hagas nada. No te resistas. Déjame estrecharte y liberarme de la locura que me heredaste con tu mirada.

Por siempre tuyo, O.




Al regresar a casa, me acerqué a mi mujer, sonriente. Ella, preocupada, me abrazó envuelta en llanto. La tomé entre mis brazos, la besé tiernamente en los labios y, al mismo tiempo, hundí una daga en su espalda.

- Amor y muerte, Alicia – le dije suave al oído mientras la luz de sus ojos se extinguía desde adentro- Amor y Muerte. Las dos al mismo tiempo: como nosotros.



Aún veo su sonrisa cuando me miro al espejo.



*Cuento publicado en la Antología "¿Amor?" publicada por Ediciones Shamra, febrero 2010.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Hard Love History

-Are we having an affaire? - he asked
-I am kissing you... or not? ass! - she said in return and kiss him again, in a hardcore way.



And they live happily... till next sunday. And all over again.

viernes, 26 de febrero de 2010

Histrionismos Musicales

Estaban los caballitos, los grandotes y los chiquitos -ritmo de bongoes, me pongo boina y me estiro el bigote-.

El ratón vaquero sacó sus pistolas, se inclinó el sombrero y me dijo a solas: - bongoes, rasco mi barba y miro el retrato de Marx -.

Princesa tibetana. Te visualice en un cristal; y ahora te tengo aqui - bongoes, mirada de cachorro al público - : En mi habitacion -bongoes.

Pronto estaremos juntos; te quiero tanto, amor. El tiempo pasa, espérame - bongoes y lagrimita, mirada triste - Volveré...

Tú mamá no me quiere -bongoes-. Dice que soy un vago. Dice que soy un pelado - bongoes, me quito mi boina, fumo delicados - Un barbajan...


Una probadita de tu cosita - bongoes-. Me sudan las manos, me tiemblan las piernas -mirada al cielo- Empanízame la mojarra - me inco y fumo-.

viernes, 12 de febrero de 2010

Pedro Pára Mortal

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal ... ¡BANG!


Fin

sábado, 30 de enero de 2010

Rapunzel

Rapunzel decidió cambiar de peinado para asistir a una gran fiesta con su Principe pero, cuando terminó de cortar su cabello, se dio cuenta que él jamás podría pasar por ella de nuevo.

lunes, 4 de enero de 2010

Oda a un Gorila bajo la lluvia [2005]

-De un sub-proto humano mojándose


La lluvia moja por que se hizo para mojar
Sabio gorila que no te cubres ni te encorvas como hombre
Las nubes son hermosas y nos cobijan del sol de cuando en vez
Las nubes se hicieron para ver y para ser tocadas por los Ángeles

Yo me mojo y mis lágrimas se pierden entre tanta lluvia
Tú lloras con el agua que cae del cielo
Y te alimentas y sientes y vives y mueres
Yo me quejo y sufro y muero mientras pienso estar vivo
No te entiendo por ser un simple humanito

Gasolina en la lluvia, plomo y demás porquerías
Y tú comes bambú y te golpeas el pecho
Yo soy de esos locos que no lloran por sus zapatos arruinados
Yo lloro por no tener la espalda plateada.
Y se inflama mi pecho pero no resuena
¿Será mi corazón hueco o mi alma envenenada'
Mis palabras envinadas... y tú... y tú
En Paz Gorila.

Odio la paz porque la busco
No la encuentro porque busco y no encuentro.
Encuentro que no busco sino que deseo
Deseo la ausencia que ahora no siento
y ¿se siente?

“I’m a black rabbit; do not follow me Alice, it’s a tramp”
Ayer, aferrémonos al ayer cuando el cálido útero cobijaba
Aquí hay nada más el frió cortar de navajas
Y yo sigo aquí nomás llorando nomás llorando.
Lamentándome de no tener tu consuelo.

¿Lo necesito?...



Versión original de 2005, por Alejandro Ramírez Montes.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Mi Hermano Carlo

La caminata le sentaba bien. Desde que lo vi salir del salón de reunión, el pobre estaba muy cabizbajo, pálido. Apenas unas horas antes había reído a sus anchas y soltado carcajadas dignas del mejor de los villanos. Pero de la nada, se había vuelto gris. Creo que se entiende que siendo él como nosotros, un vampiro, su color de piel no sería exactamente el de un rollizo bebé meridional; sin embargo, hasta nosotros nos preocupamos por su estado en ese momento. No era fácil para él haber sido botado por esa tonta mujer.

Años atrás, él junto con otros del grupo fuimos de excursión al desierto de Sonora. Ya saben, algo muy normal entre vampiros. Supongo que no creerían que todo el tiempo nos la pasamos pensando en morder cuellos y perseguir damiselas –aunque, eso último, debo confesar que sí lo hacemos seguido-. También nos reunimos, hablamos de carreras de caballos, autos deportivos y jugamos pocker. Entonces, les decía que fuimos al desierto de Sonora. Y él, el buen Carlo, traía un ánimo que no se la creía. Inclusive pensamos que su último coctel lo había sacado de algún refugio de adictos o algo así. Pero no. Yo estuve ahí y estoy seguro de que ese médico de grandes anteojos no se metía nada. Lo sé reconocer, en serio. Carlo iba por delante de todos. Cargaba su mochila de excursión con orgullo. Hubo un momento en que pensamos que de verdad se estaba creyendo que ese viaje era para buscar sangre antigua. Ustedes saben, sagrada. La verdad es que al principio creíamos que podríamos encontrar el refugio de la Sangre Pura, la que convierte a un vampiro en una especie de dios. Personalmente no creo en esas leyendas. Nuestros antepasados se llevaron siglos buscando y todo lo que habían logrado encontrar eran montones de sangre pulverizada que los dejaba semanas tumbados en cama con el estómago hecho pomada. Nada agradable.

Para ustedes sería bastante extraño ver un grupo de vampiros excursionistas. Me refiero a que parecemos un grupo de personas de lo más normal, inclusive por el hecho de estar en el exterior a la luz del día –eso de que la luz puede matarnos es la tontería más grande que han inventado, digo, si yo mismo conozco a quien escribió tal cosa. Era mi pariente-. Pero si nos miran por el tiempo suficiente y alguien como Carlo, con esa dosis de ánimo que se cargaba esa tarde, comienza a trepar por las rocas y a dar esos saltos que para un ser humano sólo se relacionan con súper poderes de película –otra cosa que deben agradecernos por inventar. Jah-; entonces sabrían que esos excursionistas son todo menos comunes.

Se supone que no es recomendable entre nosotros estar usando esas habilidades físicas en todas partes. Así como a ustedes les enseñan a lavarse las manos antes de comer, a nosotros desde pequeños, nos enseñan a no estar saltando rocas de 20 metros como si tal cosa. Una surte de buena educación, quiero decir. Pues Carlo era todo menos un vampiro educado. De lo peor. En serio. No podía salir a la calle solo. Por su culpa, o mejor dicho, gracias a él y sus ocurrencias uno de esos periódicos de lo Inexplicable tuvo notas y fotos borrosas por un mes. Un mes, caramba. Imaginen la vergüenza que pasé yo, su hermano. No vive solo por esa simple razón: no para de meterse –y de paso, meternos- en problemas.


No paraba de correr entre las rocas, las dunas y todo eso. Llegó un momento en que de verdad estábamos perdiendo la paciencia. Se suponía que planeamos la excursión para relajarnos y olvidar esos meses en que nos habían obligado a ir a esa escuela con todos esos humanos que no saben una palabra de historia y de nada. Es horrible. No entiendo cómo ustedes pueden soportarlo. Carlo iba delante como 10 kilómetros en el desierto. Regresaba con nosotros, hablaba un poco -siempre gritando- y se volvía a ir. Salía disparado echando polvo en nuestras caras. Nos tenía hartos con toda razón. No paraba de hablar sobre la muchacha que se sentaba frente a él en la escuela. Estaba de verdad hecho un imbecil. Yo pensé que nos diría que había encontrado la Sangre Pura y que ahora todos nosotros seríamos dioses y por fin daríamos a los humanos su merecido por hacer todo mal. En verdad, estoy bastante enojado siquiera de recordarlo para contarlo. Me entenderían si fueran vampiros, estoy seguro.

Por desgracia así era Carlo, desde muy pequeño. Saben, y no sé si les interesa pero, el nacimiento de un vampiro es algo digno de celebrarse. Sobre todo si como nosotros, llegamos en pares. Sí, Carlo y yo somos gemelos. Nacimos en el año 1789, en las afueras de la Capital. Eran buenos tiempos. Me gusta recordarlos. Nos la pasábamos muy bien saliendo a correr y acompañando a papá en las noches que salía en busca de su coctel. La verdad es que no necesitamos estar tomando sangre ni mordiendo gente todas las noches. Ya les decía que somos perfectamente normales; esas películas y libros han contado miles de tonterías sobre nosotros. Lo que sí puedo asegurarles es que somos mejores que ustedes. Mucho mejores. Hemos vivido en este planeta por más tiempo sin causar ningún problema ni estar matando animales. Mi hermano y yo tenemos 220 años cada uno; quizá les suene a que estamos tan viejos como Matusalén pero se equivocan. Nuestra edad es muy diferente: es como si alguno de ustedes tuviera unos 17 ó 18 años, y de verdad, si nos vieran, jurarían que tenemos esa edad. Hasta nos presentarían a sus hermanas. Lo puedo asegurar.

Carlo ya había llegado a la frontera. Esa última carrera le tomó una media hora y nosotros ya estábamos buscando un lugar donde sentarnos a comer algo. Llevamos bastante como para un viaje de 4 días –los vampiros comemos a un ritmo muy diferente: con una buena comida podemos estar como si nada por una o dos semanas. O hasta más- y ya teníamos bastante hambre. Si he de ser franco, yo estuve a punto de echar una carrera al pueblo que estaba a unos 100 kilómetros –esa distancia me la podía echar en 5 minutos- y hacer perdidizo a un carnicero gordo. Pero no lo hice. Aunque ya tenía más de un año que no comía carne humana no quise hacerlo. Créanme, no es tan glamoroso como lo ven en las películas –Jah. Las películas-.

Carlo regresó justo cuando abríamos los paquetes de comida. Hasta pensamos que el muy cabrón la olfateó hasta donde estaba y regresó corriendo. Era capaz de eso y de más. Lo he visto. Llegó y se sentó a mi lado, cómodo el muy cabrón. Sacamos todo y tomamos el alimento en silencio. Todos excepto Carlo. Él seguía hablando de su amiga –le dijimos, en broma, que era su novia-cena pero no le hizo gracia, volteó a vernos con una mirada de te voy a matar-. Se llamaba Rosaura. Imaginen eso: un vampiro clavadísimo con una humana llamada Rosaura. Si por eso nos iba como nos iba, en serio. Habiendo tantas de nuestra especie tan bien formadas. Yo, por ejemplo estaba saliendo con esta lindura llamada Sophie. Hermosa, para enloquecer. Tampoco estaba enamorado de ella. Apenas hemos salido unas 120 veces en los últimos 75 años. Nada formal. Pero Carlo apenas había saludado a la tal Rosaura y ya estaba corriendo como un demente por todo el desierto en nuestro viaje de relajamiento. Para morirse del coraje.

Le hablamos sobre lo idiota de su idea de pedirle que saliera con él. De ser novios, pues. Después de todo es una estupidez por donde la miren, ¿qué pasaría si un día que estuvieran en el cine o algo así a Carlo le diera un ataque de hambre? De seguro no estaría dispuesto a tragársela. ¿Y si le agarraba el hambre estando en la cama con ella? De plano esa era una idea absurda, me refiero a pensar tener por novia a una hembra humana. Ya sé, ustedes piensan que los vampiros nos reproducimos poco y sólo dejamos descendencia cuando mordemos a un humano y lo elegimos para convertirse en uno de nosotros. Se los digo francamente: no crean toda la basura que dicen los libros o películas sobre nosotros.

Nuestra excursión transcurrió prácticamente sin ninguna emoción. Carlo iba y venía a toda velocidad, saltaba dunas y rocas como en día de fiesta y nosotros aprovechamos el intenso sol –nos encanta el calor extremo, es relajante sobre todo durante el crepúsculo- para respirar tranquilos y recuperar las fuerzas. Al cabo de los 4 días regresamos a casa. Todos nos recibieron como si hubiéramos cazado a nuestro primer humano o algo parecido. Ridículo, debo admitir; pero es la familia y más vale hacerse a un lado.

Ahí estaban algunos primos y tíos. Todos preguntando qué se sentía estar en una escuela rodeados de humanos. Éramos los primeros de esta zona en hacer ese experimento. Un experimento, por favor. Qué listos y ociosos nos habíamos vuelto para estar experimentando en esas cosas. Jah. Estaba también una amiga muy cercana de nuestra madre: una de esas que cree que esos experimentos son útiles para algo. Ella se dedica a convivir con humanos –por favor, que estupidez- y luego venir y contarnos sobre ellos y hacer que nos caigan bien. A mi me parece una pérdida de tiempo porque, si lo vemos de manera fría, nos está animando a jugar con la comida. En fin, ahí estaba ella también.

Como era de esperarse Carlo no paró de hablar de Rosaura. Las mismas historias sobre sus ojos y su cabello que habíamos tenido que soportar en el viaje estaban ahí de nuevo. Pero Isabel, la amiga de nuestra madre, lo escuchaba como si le estuviera revelando el secreto más valioso. Se pasaron horas hablando. Yo me hubiera ahorcado o algo así para no escuchar todo eso –lo cual sería inútil, ahorcarme no me hubiera matado. Pero no les diré la forma en que sí hubiera muerto, quédense con las mentiras que les han contado. Jah- .

Al final del día, cuando todos se retiraban Isabel se nos acercó para darle las gracias a Carlo por lo que le había contado. Parecía que se le había encendido el foco o algo. Tenía una idea grande, se adivinaba por su mirada –parecía como cuando en las caricaturas los ojos se vuelven signos de dólares- y esa sonrisa de oreja a oreja.

Yo sigo pensando que ese experimento de convivencia es algo inútil y estúpido. Pero como siempre sólo escuchan a Carlo y a mi no. En fin. Hace unos meses supe que Isabel se volvió millonaria por algo que hizo a raíz de la plática que tuvo con Carlo. Hasta salió en el cine. Pero como les he dicho antes, yo no voy al cine. Lo odio. Dicen demasiadas tonterías sobre nosotros.



**Cuento publicado en la antologìa "Vamp Fest", con El Under Ediciones, 2009.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Amor y Muerte

Siempre de la mano
A las puertas
Vigilando
Pacientes

No hay forma de escapar, ¿quién querría?
Llegan sin avisar
Inalterables
Incorregibles
Sorprendentes
Con los ojos bien abiertos
Listos
Brillantes

Nuevos comienzos
Finales
Creación
Brillo

Gemelos idénticos sin historias propias
Llegan y se meten
Muerden
Arañan
Destruyen

Crean
Explotan
Viven de nuevo

Tienen mil nombres
Nombres de mujer
De diosa
De asesino
De amante
De locura

Comienzan
Terminan
Afortunados quienes
Los viven
Los retan
Les sonríen
Se arriesgan
Y cuando llega el momento
Los despiden

Para esperarlos de nuevo
Y crear
Otra
Vez.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Mala Nena

Pezones biónicos a prueba de dientes. Mala Nena.
En la cumbre del cielo, Nena. En tu cumbre junto al cielo.
Mis dientes hundidos, tu piel defensiva. Sabrosa.
Acomodado en tu sangre, olvidado entre tu cabellera.
Tu brazo sobre mí, yo sobre tu brazo. Todo en uno, Mala Nena.

Caminando con estilo, Mala Nena.
Piezas de metal, frías, brillantes. Toda tú.
Alunizaste sin permiso
Nadie quiere que te vayas, monstruo biónico.
Colmillos nocturnos, sonrisas de muerte.
Mala Nena

Pezones biónicos que apuntan a los ojos
Que amenazan con ataque. Que prometen el ataque
En la cumbre de tu cielo. En el cielo hasta tu cumbre.
Mala Nena.

Piel helada. Impenetrable.
No hay dientes que la rompan, que la quiebren.
Piel ardiente, piel de sangre. Todo eres. Todo quieres.
Mala Nena.

Mala nena cuando quieres.
Mala nena cuando hieres.
¿Eres tú quien da la vida?
Tú serás quien la renueve.
Mala Nena.

No hay ataque que te venza.
Tú disfrutas destruyendo.
Ojos amplios, boca llena.

Sin manera de enfrentarte.
Sólo queda disfrutarte.
Hola, Nena.

viernes, 4 de septiembre de 2009

En la Jefatura

Es increíble cuando a uno lo arrestan por fisgonear. Sobre todo si lo que fisgoneas es tu propia ventana, escabullido en los matorrales, en cuclillas y usando unos binoculares. En realidad no había mucho remedio, después de todo ¿cómo explicas a un torpe policía que la persona a la que espías eres precisamente tú? Estoy jodido. O casi.

Fundido en cuadros al escritorio del Ministerio Público.

-Señor R, no le creo absolutamente nada. ¿Cree que soy pendejo, acaso?

No contesto, no tiene caso negar tal cosa.

- Está usted escondido en los matorrales espiando como un depravado a un pobre hombre que, también dentro de una tontería, dice que ha perdido un robot y vive con un hato de simios asquerosos.

Tampoco logro encontrar la forma de negar eso.

Se desvanece a negros. Estoy en la ventana de la comandancia, comiendo un chicharrón con cueros.

- ¡A tomar por culo sus babuinos! Me importa un pito si tiene 15 simios o 300. No pienso manchar mi puesto creyendo historias de degenerados.

Los policías conversan entre ellos. Piensan que si ayudan al pobre hombre estarán perdiendo el prestigio que tienen. Unos dicen que se trata de un loco que vive solo y que inventa cosas. Otros simplemente se llevan la cerveza a la boca y ríen como desquiciados viendo pornografía en la computadora del secretario particular.

La puerta se abre de golpe y todos voltean azorados. La escena cambia a sepia y los ojos son los únicos que quedan en color.

Como si un camión enorme entrara con las luces altas directamente a ese puñado de gordos mal olientes con charola al pecho, entra a la jefatura una figura imponente: alto, fornido y usando un curioso sombrero a la Dick Tracy. No los mira a los ojos, recorre la sala en escrutinio de inspector de sanidad contando su soborno por anticipado.

- ¿Qué mierrrdas sucede aquí? – pregunta con una voz grave como para orinarse, usando un ridículo acento ruso en un de por sí mal español. Los policías no pueden cerrar la boca mientras chapotean en los charcos de baba que se han formado en el suelo.

-¿Quién es usted y qué hace aquí? ¿Quién le dijo que podía hacer preguntas? YO HAGO LAS PREGUNTAS – gritó el MP casi al borde de cagar sus pantalones.

-¿Prrreguntas? - reviró despectivo, burlón. Se acomodó el sombrero y avanzó un poco más hacia donde una lámpara iluminó su paso; lo que ilumina esa lámpara se vuelve de un tono rojizo. Continua:

-Las prrrreguntas las harrré yo – retrocedieron los panzones. Yo me encaramé a la ventana, di otra mordida a mi bocadillo y puse atención - Ese hommbrrrre que tienen detenido es amigo mío. Vengo a llevarrrrrlo de vuelta – su voz retumbó por la sala y alcancé a ver su rostro. Abrí los ojos asombrado, casi caigo hacia dentro. Era él.

-No puede llevarse a nadie, está dentro de un cuartel de policía y podemos encerrarlo-

Un paso adelante y su identidad se reveló ante el asombro y horror de los polizones: bajo ese sombrero y el traje a cuadros estaba la figura cuadrada y curiosamente erguida de un homínido primitivo, peludo en todo rincón visible. Hocico pronunciado, manos largas y patas ágiles.

-Se irrrrrá conmigo- volteó hacia la ventana y me guiñó su simiesco ojo izquierdo. Después avanzó y me jaló hacía él. Yo seguía en la ventana y pude ver cómo salía conmigo a cuestas dejando a todos en la sorpresa y el terror.

Antes de salir había dejado una tarjeta en el escritorio más cercano. Cuando pude escabullirme la tomé y comprobé lo que mis ojos habían anticipado.

¿Su nombre?

"Morsa, Sr Morsa. Babuino Culomorado"

jueves, 27 de agosto de 2009

Ecuación Fulminante

Tolomeo salió al balcón a observar las estrellas y gritó como un demente: "¡Buriiiloooorrtaaaaa!" Y luego cayó muerto de risa.


Fin.

miércoles, 29 de julio de 2009

Microcuentos para Lectores con Prisa V

Familia disfuncional: Caperuza se casa con el Lobo, cada noche discuten por qué no deben comerse a la abuelita... o entre ellos.

-----

Un día el Príncipe quiso sacar su espada y matar un dragón. Después de gritarse insultos y amenazas, decidieron rostizar un pollo.

-----

Mientras la Princesa dormía cual lirón, el Dragón y el Príncipe ya llevaban 4 horas clavados en el Kill Zone 2

-----


La boda de Pulgarcita y el Gigante fue grandiosa. Lástima que todo terminó en la primera noche.

-----


El tonto de la Colina no era tan tonto, después de todo, hasta tiene su canción.

-----

Cuando se dio cuenta que cortar cabezas ya no era negocio, la Reina de Corazones abrió el primer
Casino de Wonderland.




Más microcuentos aquí, aquí, allá y acullá.


Por el momento, FIN.

lunes, 20 de julio de 2009

Microcuentos para Lectores con Prisa IV

Tan pedófilo y tan sordo. Dios te ampare, padre.

-----

Hansel y Grettel estaban furiosos en el bosque, los siguió el hijo del vecino y pateó las migajas. Lo tupieron a patadas ahí mismo.

-----

Todo es culpa del elefante... dijeron los cuervos.

-----

El pobre Pepe Grillo olvidó que la madera se hincha... regresó demasiado tarde con la sombrilla.

-----

Lucy se perdió varios días en el cielo, tenía que juntar suficientes diamantes para rescatar a su hermana de Limboland.