viernes, 23 de abril de 2010

Las Páginas

De noche, los babuinos no suelen congregarse a tomar té.

Hace mucho, cuando aún no terminaba a Robot, solía congregar a muchos buenos amigos en casa. Estar solo no es algo que se me de con facilidad así que procuro tener la casa llena de gente viva, o al menos que lo aparente de alguna manera.

¿Han leído un libro sin cambiar de página?

Como si de mirarlo te llenaras de ideas, frases, metáforas y explicaciones que pareciera que sólo son de utilidad para el que las redactó. Lo miras y la cabeza recibe como de golpe, como un ladrillo que llega de improviso a darte entre los ojos, un montón de imágenes, colores, rostros desconocidos y muchos pares de ojos que podrías asegurar haber visto muchas veces antes pero que sin embargo no puedes recordarlo.

Me pregunto dónde estará Morsa.

Alrededor de la mesa se han acomodado todos aquellos nombres que han estado en mis ojos.

Por la ventana se oye el viento silbar. Las ramas del árbol cercano se mueven como siguiendo los riffs de una guitarra poderosa. Veo pasar a mi héroe, siempre voltea con una sonrisa y levanta la mano mostrando la V de victoria. Cruzando la calle está la rubia a la cual aún no me atrevo a saludar. Ya pronto, sí.

A la cabeza de la mesa se sienta Jack, sereno. Enciende un cigarro y nos mira a todos. Va y viene de este mundo, se sirve un vaso con vino. A su derecha está José, siempre hablando como en otra lengua, otra lengua que se antoja ininteligible pero que llena de orgullo escuchar. Conversa sin parar, no alcanzo a entender cómo logra respirar; hace esto y, mientras nos esforzamos por comprender, se adueña de toda la ensalada.

Yo converso con el hombre de los ojos rasgados. Muchas historias. En todas hay una chica que es demasiado lista para cualquiera y sin embargo, tan sólo de escucharlo ya busco la oportunidad de pedirle que la traiga consigo en su próxima visita. Después de todo, no soy tan listo; o podría intentarlo.

Despampanante consecución de fonemas con molde redondito y voz aguardentosa... a veces.

Quiero concentrarme en visualizar cada letra de cada palabra que decimos en esa mesa. Ilustrar cada una con un color distinto y enviarlas al futuro para que cuando llegue y las alcance pueda re ordenar el tiempo que hasta el momento, ha corrido en reversa.

Trucos de magia sin sentido. No hay pañuelos que salgan de bolsillos sin fondo ni tampoco cartas que dejen de ser reyes de picas por cada ángulo que intentes verlas.

Mientras hablamos, imagino cómo construir. Como cruzar grandes espacios de tierra y agua para llegar a ese piso y asomarme a tu ventana justo a la hora que debería oscurecer y sin embargo brilla el sol.

Parpadeo y al voltear ahí está esa pequeña rubia de casi 17 que con su mirada es capaz de desatar una guerra entre más de 3. Con su vestido a la moda y los labios bien pintados de carmesí. Ella nos guiña el ojo y sigue su camino; sé que pronto la volveré a ver.

Me escucho una y otra vez. Parece haber sido hace siglos pero sé con seguridad que se trata de mí.

De pronto todo está en silencio.

Todos están absortos en su comida.

Me veo de cerca, con el tenedor en la mano y la mirada al frente. Sonrío mientras mastico un buen bocado.

Me levanto y, orgulloso, volteo la página.


¿Dónde podrá estar Morsa?