sábado, 18 de junio de 2011

Este Libro Vakero se ha cambiado de casa

Desde el pasado 9 de mayo El Libro Vakero ha estado publicando en esta nueva dirección:



Y se ve así:

Camisa nueva, jo

Será un placer recibir a los lectores en la nueva página: hay de todo, habrían de darse una vuelta. 
La malditatecnologia.com seguirá a manera de archivo e ira siendo mejorada conforme vaya templándose el clima. 
Los suscriptores seguirán recibiendo actualizaciones con normalidad.

Arre!

viernes, 6 de mayo de 2011

¡Humo en el Agua!

… por fortuna en este momento no estoy intentando venderles libros de cuentos.


Por el momento sólo se trata de hacer un pequeño cambio en este lugar llamado Libro Vakero. Hace casi exactamente 6 años se publicaba la primera frase que este narrador decidió compartir con el mundo y que, sin querer, inauguró el gusto por la manufactura sabrosona de párrafos con olor a bosque tropical. 

Un día el laberinto se pone un poquito más claro que de costumbre, te levantas y entre toda esa maraña de pelos que cubre tu cara y que cae sobre tus hombros como vagabundo en sus mejores días te miras directo a los ojos a través del espejo empañado para decirte que tomes ese par de piernas y las muevas con el ritmo más decente posible; primero a la caída de agua que te dejará poco menos sudoroso, y luego a dar los pasos necesarios para que el día valga la desmañanada. 

De esa forma llegamos a este intermedio que no preludia un final.



¡HUMO EN EL AGUA!

GRITAS CON VOZ AGUDA PERO BIEN MALOTA Y HAN PASADO 6 AÑOS. ES TIEMPO DE MOVER ALGUNAS TUERCAS.



Este Libro Vakero es, efectivamente, una de esas tuercas. La malditatecnologia ha sido el mecate que ha sostenido más de 500 publicaciones desde mayo del 2005, primero en la impopular (y cada día más fea hasta su nada gloriosa muerte) plataforma del msn spaces y hasta hoy en este lugar ostentado por el dios google. A partir del próximo 9 de mayo, eso cambiará. 

El Libro Vakero no desaparece, sólo cambia de casa y mejora algunas funciones en lo técnico. La malditatecnologia se convierte en el segundo archivo de este barbado narrador y da paso al tercero, esta vez en plataforma adaptada al reflejo en el espejo cuando no se ven orejas de conejo. 

Se asume el nombre del autor como el mecate que sostendrá las nuevas letras. El humo en el agua se complemente con algo de fuego en el cielo. Un solo de guitarra y un par de visitas de la banda de babuinos culomorado y el gangster homínido favorito, el Señor Morsa –con todo y el Robot-. Todos dan un paso y tuercen la tuerca un poco. Sin ahorcar, sólo la acomodan para que siga rodando. 

Hasta aquí llega malditatecnologia punto com. Lo maldita se le redime por su inquebrantable servicio al apañar cuentos, poesías, rimas, habladurías e infinidad de fonemas que ustedes, amables lectores, han seguido desde la primera vez. 

A partir del 9 de mayo, día en que se cumplen los 6 años exactos de haber empezado a frasear a ojos de todo aquel capaz de llegar, este Libro Vakero empezará  -o continuará- desde otra casa


¡HUMO EN EL AGUA!

SUBE HASTA LAS NUBES Y LA CASA ESTÁ EN RUINAS. SÓLO SE ESCUCHA EL RUIDO QUE HASTA HACE UNOS SEGUNDOS ERA MÚSICA.


El autobús arranca y los colores brillan a la luz del sol del medio día en una estación del año en la que no se sabe  si lloverá o se moverá la tierra bajo los pies. ¡Qué brillen mientras puedan!, y si tiembla, bailemos antes de cubrirnos la cabeza.


Nueve de Mayo. Ese día los veo… 

...ah sí, los veo en:





martes, 26 de abril de 2011

¿Promedios?

Nunca me he creído el cuento del Promedio Nacional de Lectura. Llevo mucho tiempo convencido de que la preocupación por la lectura a nivel gubernamental e institucional es tan medular  como el estar convencidos de que atiborrando de computadoras las escuelas los niños se harán más listos. Vamos, la imbecilidad es fácil cuando se juntan las multitudes, y si la gogleas, llegará más rápido. Y si una encuesta dice que se lee medio libro al año no comprueba otra cosa más que lo sencillo que es usar el método cuantitativo para formular preguntas de tal forma que los resultados asusten a todas nuestras tías.

Hay dos cosas muy ciertas y no hay necesidad de encuestar para entenderlas: estamos rodeados de imbéciles con la idea de que leer un libro es de aburridos  -y al contrario, los que piensan que leer te hace, como por arte de magia, sabio- y los que leen. Los que les gusta y ya. Lo hacen como si nada. Los que encontramos en el transporte público cargando el nuevo de vampiros guapos, los de conspiraciones, superación personal, melodramas políticos, chistes, murakamis, brujos adolescentes y todo lo imaginable hasta el libro de sudokus y sopas de letras. Sí se lee, y mucho. El chiste está en que de ello se aprenda algo. Si no a recitar frases como posesos, sí  a ampliar el vocabulario cotidiano o fijarse cómo se escriben las palabras o se estructuran las frases.

¿A quién le importa si se lee medio libro o 2 ó 3 ó 50 al año si después de eso no se puede formular una pregunta o escribir una frase? No es cuestión de leer como si no hubiera futuro o despreciar  al lector a favor del socialité, sino más bien conectar los circuitos que transforman las ideas  en lenguaje hablado o escrito. Tres elementos distintos: ideas, lenguaje oral y lenguaje escrito.

Ese desfase entre las ideas y la forma de transformarlas en lenguaje es un problema que supera a cualquier encuesta. Escribir como se habla es una muestra de que un sistema educativo ha estado décadas aventando piedras preciosas al precipicio, además de robarse el dinero de sus agremiados para comprar Hummers.

No es cierto. Que se anuncie que se lee medio libro al año no es para preocuparse en lo absoluto; en todo caso, es para darse cuenta de lo caros que pueden llegar a estar los libros y que, sin embargo, habemos quienes compramos de a muchos de vez en cuando. También, por más que le duela a los intelectuales, se lee muchísimo el libro de moda, el de Mariano Osorio o Jordi Rosado. Libros de más de 400 páginas que terminan en los buróes de adolescentes burgueses y señoras copetudas que, en un indescifrable ataque de soberbia, niegan rotundamente ante el inocente encuestador que en su vida hayan siquiera hojeado  cosa semejante.

Tampoco es cierto que leer ese material te deja imbécil. El que es imbécil lo será aunque se lea todas las tragedias griegas en idioma original. Eso es genético y hasta histórico. Si se vive entre imbéciles, lo más probable es que se termine siendo uno.  Leer a Dan Brown o la saga Crepúsculo sólo es una cereza en ese pastel rebosante de crema. Cada quien agarra el libro que se le da la gana cuando se le da la gana. Por puro gusto.

Tú, por ejemplo, decidiste leer este Libro Vakero con todo y que una palabra está escrita con K a sabiendas de que así no va. Quizá porque ya lo conocías, quizá porque decidiste que se veía curioso y te pareció buena idea quedarte a husmear.  Uno de esos blogs, de esos blogs que luchan por sobrevivir en un entorno en el que la creatividad ha puesto como requisito la brevedad. Y ya que estoy en esto, debo decir una cosa: me da mucho gusto que eso pase, que ya no sea el blog  la herramienta para hacerse de una colección de fans por lo sociable que uno pueda ser, sino la herramienta para quienes queremos decir algo.

De escritores. De quienes un par de veces al día nos preguntamos cómo convertir lo que nos ronda la cabeza en palabras que se queden en el papel o, como ahora, en un blog. Alguien dijo alguna vez: “Y es que en este mundo ya hay muchos más escritores que libros y muchos más libros que habitantes en ciertos países pequeños”,  la cosa es enchufar el cerebro con la boca o las manos;  tal parece que lo que faltan son lectores, lectores sin miedo a agarrar un libro y sacarle algo, aunque sea una cita para entrecomillar. El resto, “[…] estimados lectores y amigos, no es más que basura para vender libros de cuentos”.

martes, 8 de marzo de 2011

Hablando de mujeres:

Soy Fan.


- Simpleza masculina, para servirles. 

sábado, 8 de enero de 2011

¿Qué onda con el 2011?

Profecías baratas


Cuando un año inicia el problema principal es el paradero de la agenda que nos llegó de regalo y la apuración por hacerse de un calendario diferente al que dan en las carnicerías. El asunto de la agenda es casi siempre un caso perdido, ya que, si les pasa como a mí, terminan metiéndola en un cajón y recordando su existencia por ahí de septiembre con un reflexivo “ya para qué”. 

Por fortuna los inicios de año también se prestan para hacerla de adivino, psíquico, profeta o analista. Como uno prefiera, cualquiera de las opciones viene siendo lo mismo: un hijo de vecino con acceso a Internet – acceso bien caro, por cierto - aprovecha la paciencia de sus lectores para aventarse a predecir lo que cree que pasará en el siguiente año. 

Y por lo general son profetas con habilidad clorofórmica - ¿existe la palabra “clorofórmica”? -, enlistando noticias locales que más allá de sus amigos de fiestas o amigas de la escuela, nadie entiende una palabra. Por fortuna existe el botoncito con forma de tachecito en los exploradores y uno sigue adelante. Por supuesto que también los periodistas, reporteros y figuras de opinión (sic) de la tele y el radio hacen sus predicciones, la mayoría en un intento de ser comediantes; pero como sabemos, 9 de cada 10 chistes en medios masivos ya han sido reciclados mil veces y nosotros siempre seremos más listos (re-sic).  

Bajo ese riesgo, me voy a permitir abusar de su paciencia, con la mente puesta en que su dedo índice está posado justo en el botoncito del ratón, listos para dar click en el tache de la esquina superior como objetivo final, y adelantaré 10 cosas que a mi parecer deberán suceder en este veinte once:


1. El presidente de esta República Bananera recibirá un OSCAR al mejor actor secundario por su actuación en “Memento 2”, haciendo inmortal su línea: “Aquí no pasa nada, a mí que me esculquen”. 

2. La mayor parte de las obras públicas aventadas a las ciudades bajo el prefijo “Bicentenario” o “[…] del Bicentenario” serán rebautizadas como “Rumbo al 2012” o “[…] del 2012 con Fulano gobernador”. Invariablemente, todas esas obras serán olvidadas en el archivo hasta el nuevo debate fiscal. 

3. Se declara Patrimonio de la Humanidad a Andrés Manuel López Obrador por su calidad de mueble en la política nacional; Cuauhtemoc Cárdenas hace un plantón en el Centro por 4 semanas en clara protesta pacífica con el lema “A mi no me engaña, de mí saco esa maña”. 

4. Los habitantes de las colonias adineradas del DF siguen viviendo igual que siempre, pero ahora bajo el lema activista: “Los pobres no existen hasta que se demuestre lo contrario, pero que no se me acerquen”. 

5. La izquierda política mexicana cambia de bando otras 34,567 veces. En verano declaran a Ned Flanders como “El ejemplo zurdo que nuestra izquierda necesita”. 

6. Coyoacán pide su independencia como República alegando ser más cool que la mayoría. Se le niega bajo el argumento de que no puede haber una nación independiente con tantos artistas lerdos simpáticos en un área tan pequeña. 

7. Según los cuerpos de seguridad a lo largo del país, Monterrey no es víctima de la violencia extrema, sólo está un poquito alebrestado.  - El siguiente sexenio se harán cargo, de seguro - declaran.

8. Facebook y Twitter se convierten en paraísos de la creatividad. Hay tanto genio con potencial ahí que las autoridades no saben qué hacer con ellos: al final autorizan presupuesto para ignorarlos por otro año. Aquellos, por supuesto, organizan una protesta… con after party. 

9. El arzobispado mexicano declara nulo el voto de castidad después de tener un sueño profético con peyote. De ahora en adelante, acostarse con menores de edad se considera sagrado y asegura el cielo. 

10.  La mayoría de los mexicanos sigue leyendo menos de 2 libros al año; pero esta vez, 8 de cada 10 conoce o ha tenido un blog… y sabe cómo vincularlo a faceebok.     






Entonces, ¿qué onda con su 2011, profetas? ¿Han colgado ya su nuevo calendario?



Ahora pueden dar CLICK

sábado, 1 de enero de 2011

Milagros de la comunicación

Feliz año nuevo

“Hay días que uno debe poner el teléfono móvil en modo vibrador”. Una frase que seguramente se dijo, compartió en redes sociales e incluso, mandó por SMS anoche, ¿cierto?

Esto me lleva a pensar en cómo era este tipo de fechas cuando no existía la telefonía celular o cuando no estaba tan presente como ahora. Quizá a mediados de los años noventa la mayoría de nosotros – los que tenemos entre 20 y 30 años, al menos - estaba apenas pensando en que sería conveniente tener teléfono en casa, aunque fuera únicamente para esperar a que sonara por vivir la emoción de pensar en que alguien, lejos o al menos en otra colonia, tenía algo que decirnos; o en otros casos, para hablar sucio por horas con novias o prospectos de novias a altas horas de la noche.

En las fechas como el año nuevo que recién amaneció hace algunas horas recibíamos llamadas durante un par de días y la familia recibía felicitaciones y empezaba el año de manera más o menos normal según las costumbres de cada uno. Lo bueno es que el tiempo pasa y el futuro llega.

A veces acostumbro usar la frase “Hola, futuro. Allá voy” cuando se trata de recibir el año nuevo. Hoy me pregunto dónde está ese futuro al que saludo. La intención no es empezar con nostalgias ni melancolía; tampoco con restos de celebraciones pasadas por alcohol ni buenos deseos de tarjeta de Sanborns, es simplemente una duda sabatina que ahora explico.

Todos hemos visto películas, series de televisión o leído algún libro de ciencia ficción donde se plantee algún tipo de futuro posible o deseable. Más allá de si se trata del futuro en los países que puedan llegar a tener capacidad técnica de realizarlo – ya no digamos capacidad social o incluso voluntad -, siempre se trata de ratos en que nos ponemos a imaginar cómo podría irnos unos años adelante.

Por ejemplo, cuando yo tenía 10 años me gustaba creer que para cuando tuviera 25 ó 30 pudiera ser testigo del primer auto volador, de teléfonos holográficos o algún primer robot doméstico. Posiblemente alguna técnica para extraer recuerdos de personas a punto de morir, la vacuna contra alguna enfermedad mortal o una forma de saber qué fue lo último que vio la víctima de un crimen. También pensaba que empezaríamos a usar ropa de plástico o hecha de tela que brilla en la oscuridad, o por lo menos, escuchar en las noticias que una serie de humanoides experimentales estaban fuera de control en un país lejano y había que cazarlos en las ciudades del otro hemisferio.

Hoy inicia la segunda década del siglo 21, no tenemos señales de que se deje de usar gasolina o alguna otra energía que no sea derivada del petróleo. Aún no se sacrifica públicamente a los funcionarios políticos o se colocan bombas en las pomposas residencias de los clérigos con voto de pobreza. Sigue usándose la pobreza de muchos para “abrumadoras mayorías milagrosas” y pagándose millones en sueldos a humanoides panzones con la vertiginosa habilidad de usar ropa y autos caros a cambio de no hacer nada.



- Vieja, ¿crees que algún día consiga trabajo nuestro hijo?
- No sé, Pepe. La situación es muy difícil y el pobre Jorgito se la pasa deprimido todo el día en su cuarto.
- Quizá cuando “Jorgito” cumpla 31… en 3 meses.

Y todo se arregla haciendo una llamada – usando una blackberry, claro - a un compadre que trabaja en la presidencia municipal para que, en menos de una semana, Jorgito esté avisando a sus 500 amigos de Faceebook y otros tantos followers en Twitter que la vida puede ser buena y su habilidad de emborracharse cada semana y quejarse del sistema corrupto será aprovechada en una oficina burocrática. Milagros de la comunicación.


En todo caso, es una buena recomendación usar el teléfono en modo silencioso o vibrador en días como este en que los sistemas de comunicación se saturan o recibes mensajes que te recuerdan correos hechos a base de plantillas y enviados a muchos buzones por igual. “Felicitaciones genéricas”, pensé hoy, 4 minutos después de la media noche. Los buenos deseos siempre son bien recibidos y cuando se dan, se hace con mucho gusto, eso no lo puedo negar. Sin embargo, sería muy bueno que todos recordaran firmar sus mensajes porque por más buenos deseos que haya al mandarlos, las plantillas genéricas no ayudan a adivinar el destinatario cuando uno trata de no usar esa otra frase cliché que dice “Felicidades a ti también pero… ¿quién eres?”.




Hola Futuro. Ahí te voy: ¿dónde escondes mi auto volador?


– SEND -

martes, 14 de diciembre de 2010

Nostalgia de ocasión

Ah, qué tiempos aquellos


Al paso de los años uno se va haciendo a la idea de que hay cosas que, simplemente, no se pueden hacer o solucionar. No como el que se resigna cristianamente a la muerte de su tía abuela, sino como aquel que se va dando cuenta de que, por desgracia, no es superman.

Esas veces, se avanza, se toman decisiones, se dejan de lado pasatiempos que durante largo rato se disfrutaron o se entierran emociones que abrieron heridas tan grandes que, en ese momento, hubieran podido formar un Cañón del Colorado. Todo esto, sin salir de la recámara.

Por ejemplo, hace una semana fui invitado – es un decir, porque en esos casos, no se te pregunta, las notificaciones son en tiempo pasado – a un grupo en facebook que pretende reunir a personas que comenzamos a escribir en los viejos blogs que daba gratis Microsoft hace unos 4 ó 5 años. Este grupo al que amanecí afiliado se llama “Blogosferos”, sin acento.

Al respecto de esto tengo varias opiniones - ¿acaso es obligatorio tener sólo una y defenderla cual perredista a su hueso? - : primero, me parece una buena idea convocar a aquellos con los que uno se fue fogueando cuando inició el oficio de escritor por el puro ocio de tener harto tiempo libre; segundo, que se siente como cuando uno se reúne con sus compañeros de la secundaria después de 15 años y ve como algunos ya tienen hijos, algunos otros tienen hijos pero no tienen idea de quién es el padre, otros se han lamentado esos mismos 15 años de no haber tenido el valor de ejecutar esta reunión y alaban todo cuanto los demás digan, o los que llegan y, como antes, se divierten levantando la mano como el chico sarcástico, el gordito bromista que no le funcionan las dietas, el eterno poeta o la chica que no deja de recordar al que le rompió el corazón 7 años atrás. Y tercera, que aún después de mucho tiempo si alguien antes te era indiferente o soporífero indudablemente lo seguirá siendo.

Para ser más claro: me gusta la idea de ver qué ha sido de los que a lo mejor leí un par de veces el sexenio pasado, me encanta saber que siguen vivos y sobre todo, que la escritura no es nada más una moda para que completos extraños nos echen porras para resolver problemas que seguramente les importan un rábano y que, ilusamente, creemos que ahorrará pagar ayuda profesional. Lo único que me puede representar una sesión de cloroformo es leer, cinco años después, los mismos lamentos y las mismas bromas.

Imaginemos este momento: fulano y sutana, cada uno en su vida, cada uno en su trabajo, reciben la notificación – siempre en tiempo pasado: “usted ha sido añadido al grupo…”- y se ven a sí mismos rodeados de gente que los hace recordar aquellos viejos tiempos, esas letras que les dieron ánimo y reuniones que posiblemente, les llevaron a conocer al amor de su vida. Acto seguido, corren a hurgar su viejo blog y a re leer los textos que les dieron si no fama y reconocimiento virtual, sí un gran recuerdo que traer a la superficie ahora que los lectores de antaño coinciden en el mismo lugar – ¿qué escritor en ciernes no ve con ojos vidriosos la oportunidad de tener lectores de nuevo y más aún, comentaristas? -.

Tenemos precisamente eso: noventa y tantos miembros, de los cuales una tercera parte se puso una inyección de adrenalina que sólo dios sabe cuánto durará que los pone como niños hiperactivos a desenterrar posts o a escribir nuevos; eso sí, llenos de nostalgia, melancolía, listas de nombres de quienes faltan por invitar y una dosis soporífera de adjetivos repetitivos y cíclicos para describir algo que queda perfectamente claro en 4 palabras: Siempre me gustó escribir.

Y entre si son peras o manzanas, entre la nostalgia y la sensación de estarse chupando un limón sin que nos digan “agua va”, uno se da cuenta de qué ha pasado en los últimos 5 años y de cómo, por causa de un ocio sin dirección, se encontraron las aptitudes para la escritura; de lo cual, siempre lo he dicho, estoy orgulloso.

Otra cosa es que los nóveles letristas distingan entre el lenguaje hablado y el escrito; o lo que es lo mismo, que escriben como hablan, licuando palabras como “a ver, haber, hay, ay, echo, hecho…” etc para fortificar la manifestación lúdica de su felicidad recién reunida en comunidad. Pero como dije al principio, nadie es superman.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Habladurías XXXVII - Vida extraterrestre

Si puede haber vida en la Colonia Roma, ¿qué tiene de sorprendente que se descubra vida en el espacio exterior, oeei?

domingo, 28 de noviembre de 2010

Hogar, dulce hogar

Hace 24 años mis padres compraron la casa en donde actualmente viven. Para ese entonces tenían sólo 7 años de haberse casado y yo llegué ahí con ellos justo a tiempo para ingresar a la educación primaria. Mi hermano menor y yo jugueteábamos en la colonia: un lugar nuevo y rodeado, en ese entonces, de milpas hasta donde la vista alcanzaba -si volvías la mirada del lado correspondiente al patio trasero; del lado contrario, había colonias que llevaban unos pocos años habitadas-.

Esa casa, según me platicó mi padre años después, le costó 5 millones de pesos. Millones de 1986, por supuesto; medio millón de pesos al día de hoy más o menos. Deuda que pudo asumir sólo después de vender su querido Safari de ventanillas desmontables –lo recuerdo muy bien a pesar de mi corta edad- y acudir al banco para consumar el préstamo que llevó a la compra final.

Lo recuerdo como lo recordaría un niño de 6 años cualquiera: voltear arriba y escuchar las conversaciones de tus padres acerca de lo bonita que estaba la casa nueva mientras cargaban o cuidaban de reojo al hijo menor que pedía todo a cada rato. Lo que recuerdo con mucha claridad es algo que me decía mi madre con respecto a la ubicación del nuevo hogar: “Está bien lejos de tus abuelos y de todo, hasta hay que tomar la autopista”.

Por supuesto que en esos días “tomar la autopista”, cualquiera que fuese, no era cosa de todos los días; cosa que ahora, al paso del tiempo, es precisamente el dolor de cabeza de todos los días para muchos. Uno aprende con los años a sortear las distancias que dividen a las actividades laborales y escolares de quienes hemos tenido la fortuna de vivir en el Estado de México y trabajar o estudiar en la capital.

Y no es que le eche porras al flamante gobierno estatal ni a su farandulera cotidianidad, sino que, a mi juicio, la capital –llamada también, de manera glamorosa, “el Defe”- es demasiado ruidosa y cosmopolita (sic) para quien ha crecido y está a gusto con la tranquilidad cuasi provinciana de los suburbios. Después de todo, ya matan en todos lados: cosa de que te agarren donde estés más cómodo.

Hoy en día me parece tierno el comentario de mi madre respecto a la ubicación de la casa; y es por una simple razón: la ciudad ha crecido mucho en 24 años y, a pesar de que sigue estando esa odiosa autopista en medio del camino –peor aún con los segundos pisos, tan de moda-, el viaje a los municipios más cercanos de la capital y a la capital misma siguen siendo excursiones dignas de una planeación detallada y revisión de pronósticos del clima.

Sin embargo, la cosa cambia.

Cuando uno ha llegado a la edad en que la gloriosa etapa de la universidad y los sueños de conquistar el mundo con pancartas se ha quedado en un bonito recuerdo, aunado al hecho de tener una relación laboral que por segunda vez en la existencia ha rebasado los 3 años de antigüedad se formula una idea en la cabeza: quiero comprar una casa.



Aquí es donde la burra tuerce el rabo.

En primer lugar, uno se pone a dar vueltas como león enjaulado cavilando respecto a en qué diablos estaba pensando cuando dijo sí al ser interrogado respecto a trabajar o no en la gran capital. Y no es que el trabajo no sea agradable, sino que al momento de revisar cuestiones económicas y de ubicación con respecto a trámites de vivienda, la cosa se pone color de hormiga.

Y se pone color de hormiga porque te das cuenta de un pequeñísimo error en los cálculos de sacrosanto aparato gubernamental: los trabajadores no son todos iguales, ni tienen los mismos gustos, ni tienen a su disposición la posibilidad de “comprar la casa de sus sueños”.

En la radio escuché un comercial que me provocó una mueca muy peculiar: dice que en lo que va de este sexenio más de 3 millones de mexicanos han adquirido su vivienda, su patrimonio; y que no ha habido época anterior –y seguramente en la cabeza del creativo publicitario, nunca más la habrá- en que los mexicanos tengan a su alcance tal posibilidad de hacerse de una casita. Otro pequeñísimo error.

Lo más cercano a la realidad es que, por una cosa o por otra, uno no está tan cerca de comprar la casa de sus sueños, más bien, te dan chance de ir a las constructoras –modernas hacedoras de milagros- y dar tus datos personales para que el asesor en toda su benevolencia te diga “para cuál te alcanza”. Vamos, siendo más claro, uno no compra la casa de sus sueños, te dan la que hay y eso, si quieres.

Hace 8 años mi padre aprovechó el flamante Infonavit para adquirir una segunda vivienda; esta vez, en los adentros del Estado. Por cierto, para ese momento, la primera casa estaba ya en una zona “urbanizada y mucho más cerca de la capital”. Una cercanía simbólica y en un tono económico, por supuesto.

Para alguien de mi generación resulta pasmoso pensar en permanecer más de 10 años en el mismo empleo por más que este nos agrade. Es demasiado tiempo haciendo una sola cosa. Es un riesgo mortal para el crecimiento personal; y sin embargo, es un riesgo a considerar. Tiempo para lograr juntar puntos de crédito, asegurarle al estado que no estás jugando al rebelde desempleado y que eres tan responsable como para trabajar –en lo mismo o en otra cosa- por otros 25 años para regresarle las monedas que amablemente te prestó para comprar la casa que tú querías donde elegiste. O bien, esperar varios años, según el caso, para que la zona en la que no te quedó de otra para comprar tu casa se urbanice por fin y llegue el flamante trasporte público moderno.

Respecto a la segunda casa de mis padres, sigue sin ser habitada por un miembro de nuestra familia. Entre rentas infructuosas y la tardanza de la modernidad, sigue en el limbo del patrimonio cuasi provinciano. Y miren cómo es la vida, ahora es mi turno de buscar.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

A go go

El peinado, la jaula, tu danza que se acompaña con el ave que acicala al elefante. Tan desgarradora como la peor bailarina a go go. Pezones biónicos a prueba de muerte, nena. Déjame ciego, llévame hacia la luz.


Veo borroso, veo el futuro. Veo tu piel.
Al ver tu piel, mis ojos sólo ven sombras. En las sombras veo el futuro.

Ciego, ciego, ciego...

En la luz está tu piel, y brilla como un sol. Si me acerco moriré.

Si mueres entre el fuego, renaces como ave. Vuela, sólo ves sombras porque la luz al principio cega a quien siempre vivió en la oscuridad...

El futuro no existe. Sólo eres tú y la piel.
Y en ciertos momentos, eso es lo único que necesito. Después de todo,
¿Quién necesita ver?

Ir hacia la luz


Te ayudo a cargar tu cruz. Siempre habrá una como tú, mariposa que vuela sin que nada la detenga. Metamorfosis pasada por el arco del triunfo, pisoteada por zapatillas de moda y lápiz labial a color.

La cordura nada tiene que ver con la hermosura, ni con el futuro. Ni contigo.

Ciego, ciego, ciego...

Grandes esculturas sin forma pero con ojos de colores que iluminan. Bailarina a go go, con falda de gitana sin zapatos.

Boca de hielo, carne de papel. Tu baile hipnotiza y sella los ojos para cuando la sonrisa empiece al revés y termine a media tarde con un jugo de maíz.

El futuro sabe a vegetales bañados con lágrimas de amante al medio día. Tu futuro es como la mirada vacía del conductor de un convertible con corazón de billete.

A go go, nena. Ten piedad de mí.

Déjame entrar a tu luz, cuida mi llegada y déjame ir cuando mis alas terminen de crecer.

El beatle que canta por la paz viene de tu boca, poco a poco cambias de ritmo para continuar bronceando mis manos con tu piel. Sin ti, y con tus ojos.

Róbame el aire de entre las barbas que te cubren al anochecer. Te deshacen poco a poco, junto con mi mirada que se extingue con tu piel.

Anteojos anchos, pasta de rigor. Todos leemos mientras te pavoneas como cualquier chica a go go. Tiemblas con los aplausos y sonríes para engañar.
Te veo antes de la luz. Te muerdo con tu cruz.

Déjame correr descalzo antes de que me arrolle el camión verde que transporta blues. Llora, llora por tus manos y que tus ojos caminen entre mi luz.

Entre tus piernas mi paraíso que jamás conquistarás. Estás en tu baile, permaneces sin jugar. Te llenas de pasión que jamás en mi jardín crecerá.

Vienes en sueños, sueñas en mí. Finges la muerte y vives el fin.

Bruja a go go con aires de grandeza. Límites de azúcar y boca de dragón. Pezones biónicos a prueba de dientes, nena. Déjame ciego, llévame hacia la luz.

¿Hasta cuándo pondrás atención a tu espejo? Clava tu mártir mirada en el reflejo y despierta: tú nunca has sido rubia y yo no tengo orejas de conejo.

A go go, el baile de la vida. La mirada y la ceguera que acompañan al sol a cada salida. No lo veas, no te vistas. Conserva esa piel que tantas vidas arrebata, déjame mirarte mientras sacudo mi mata.

Pezones mágicos que dan vida. No me detengas, no descansaré hasta encontrar la salida. Me siento entre árboles de tiempo y hormigas que cargan tu saliva. Junto a mí, un grillo gigante que canta cada que un beso llega a su destino.

Un paseo en traje de expandex, brazos largos caminando a ritmo pegajoso. Bruja a go go, muchas veces santa, otras no. Una rata enjaulada buscando su color, bailando a todo vapor y mordiendo el viento matando su amor.

Cielo e infierno, baile y zapatos pastel. Pezones biónicos a prueba de muerte, a prueba de mi.

Ciego, ciego, ciego...

No me importa el futuro. Ni tú.

Quiero poder ver.


jueves, 11 de noviembre de 2010

¡Se expande!

Marco entró al despacho con los ojos muy abiertos, conteniendo la respiración para no causar una exaltación a su jefe. “Es el día más importante en la historia de la ciencia, los viajes a otros mundos parecen poca cosa comparada con esto”, se decía una y otra vez, sonriendo como sonríe un hombre ante los ojos del amor de su vida.

El Doctor lo sabía desde tiempo atrás pero no se molestó en informarle. Así solía ser: observaba sigilosamente los movimientos de los demás y recopilaba la información suficiente para tener la ventaja en cualquier momento que fuera necesario. Y si se trataba de descubrimientos así de importantes, esta habilidad se hacía más determinante.

Marco comenzó su discurso:
“Es sabido que la Tierra, nuestra Tierra, es parte de una Galaxia llamada Vía Láctea, misma que se encuentra dentro de un Universo. Hasta ahí todo va perfectamente. Pero también se sabe que, del otro lado de lo que llamamos “realidad”, existe un mundo donde todo lo que conocemos ha sucedido de maneras distintas, tomando rumbos totalmente desconocidos…”

El Dr. Laurence yacía apacible. Contemplaba los ojos de Marco y escuchaba sus palabras llenas de alegría, de esperanza, una felicidad inusitada que no había visto antes; excepto frente a su espejo cuando ensayaba uno de sus famosos discursos. Como cuando descubrió la manera de lograr una propulsión tan poderosa que hizo posible llevar a una tripulación fuera del Sistema Solar y a explorar la galaxia en menos tiempo del que nadie jamás imaginó. “Tan sólo estamos en la tercera década de este siglo XIX y la Tierra ya es capaz, gracias a mis investigaciones, de salir al Cosmos y forjar su propio destino”. Le gustaba ir y verse a sí mismo en el estrado, hablando a todos esos científicos. A pesar de haber pasado 30 años no dejaba de sonreír ante esa imagen; tal como Marco lo hacía frente a él, que seguía inmutable en su sillón hecho a la medida.

- Profesor, esto logrará que nuestros viajes sean calculados aún más exactamente, con una precisión que permitirá ver a nuestro Universo con otros ojos, pondremos una nueva luz a la exploración planetaria. ¿Cómo es posible que nunca antes nos diéramos cuenta de esto? Por el amor de dios, Doctor, ¿acaso no me ha escuchado? Le estoy diciendo que he descubierto que el Universo ¡SE EXPANDE! Cada segundo, cada que una era en esta Tierra termina y la vida se renueva, nuestro Universo da un paso más allá, ¿se da cuenta de la magnitud de este descubrimiento?

“Estoy seguro que de pronto tendré yo mismo mi sillón mullido y un asistente que venga a darme noticias tan grandes y maravillosas” – pensaba Marco para sí, ensoñando.

Quizá, en alguna dimensión distante, el Doctor estaba dando ese discurso nuevamente. Quizá en miles más era Marco quien había hecho el descubrimiento. Eso es lo que nos otorga la verdadera libertad: la posibilidad de que, en algún universo, estemos realizando un sueño; aunque también, es posible que se cometan los más crueles actos de salvajismo.

Siguió el discurso, la alegría y las promesas de mejores futuros. De tener éxito la propuesta del asistente, la humanidad se estaría encaminando a un destino brillante más allá de toda imaginación. Sin embargo, en un momento en que sus palabras tomaron un respiro, Laurence, sin mirarlo a la cara, se quitó el puro de la boca, sacó un pequeño revolver de su abrigo y dijo al atónito Marco:

- "Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes".

La seriedad con que pronunció estas palabras no pudo más que sellar la garganta del asistente. No podía creer lo que su jefe acaba de decirle. ¿Acaso la expansión del Universo no era suficiente? ¿Sería posible que en otro universo el Doctor Laurence pudiera estrechar la mano de Marco y celebrar este descubrimiento?

Comenzó a especular, en un segundo pasó por su cabeza todo el tiempo que había sido asistente del Doctor: los éxitos, los descubrimientos, las misteriosas ausencias y esa forma de observar detenidamente los movimientos y escuchar las teorías de los demás; como si todo eso lo hubiera escuchado antes.

Marco aguantó la respiración y miró al horizonte una vez más pensando en el futuro. Una lágrima se deslizó por su mejilla. Escuchó una detonación y, poco a poco, sus ojos se cerraron para siempre.

Del otro lado del Universo, él habría sido el héroe.

domingo, 17 de octubre de 2010

Treinta

No es de extrañar que, a veces, una persona como yo sufra de ataques de algo parecido a la regla de una quinceañera que se quedó sin el pony que tanto quería. Un día te levantas y las penas se juntan como piedras de río grandes y gordas sobre la espalda pero, a diferencia de ese tipo de piedras, no son ni brillositas ni resbalosas ni tienen divertidos diseños formados con diversas clases de hongos. Más bien, pesan.

I

A veces, cuando uno cumple treinta años no se da cuenta de nada. De nada en absoluto. Pueden pasar años antes de que uno se tome tres minutos para reflexionar sobre lo que sea que signifique la palabra madurar. Ni idea. Sólo puedo decir que los días, meses y años pasan y para mi satisfacción, se van cayendo los grandes muros que durante un buen rato detuvieron cierto tipo de sonrisas en este que suscribe.

Cada vez que se agrega un logro a la lista se abre un poco más el compás de la sonrisa –la primera novela llega a fin de mes, por ejemplo; y es rubia-. Es excelente darte cuenta que aún puedes sorprenderte a ti mismo y agregar un paso más de baile al repertorio que ya se empezaba a tornar demasiado aburrido.

II

Un día me levantaré para darme cuenta que a mi alrededor se ha venido un sabrosón Apocalipsis. Un grupo de porristas despampanantes que se vieron envueltas en un experimento secreto en 1984 cuando, en una ostentosa fiesta en la mansión de Madonna, fueron infectadas por un misterioso virus que las convirtió en un grupo de rítmicas y sexys zombies que lanzan gases venenosos por los senos. Estuvieron dormidas por años, y ahora llegan. Esa mañana les aseguro que me sentiré radiante y nuevo. Como una virgen.

III

Al salir a la calle te encuentras en medio del camino junto con personajes siniestros y cotidianos. Te parece que no perteneces a ese paisaje, que esa ciudad no debería tener tu nombre dentro de su lista de habitantes y afiliados al padrón electoral. Te pones la meta de transgredir tantas reglas como puedas de la manera más sutil posible: no actualizas tu credencia de elector, ignoras deliberadamente las noticias y te limitas a reír como niño cuando te enteras –a destiempo, claro; la asincronía es un símbolo finísimo de rebeldía- que alguna figura pública ha dejado clara su tremenda ignorancia en lugares que van más allá de su carísima sala-comedor.

Algo anda mal en tu generación. La mayoría dice que quiere luchar contra el sistema mugriento –incluido tú mismo- pero al mirarlos detenidamente te das cuenta que están sumidos en él hasta el último cabello. Engañan a las redes sociales, esa generación nació antes de éstas fueran tan populares y aprendió a usarlas hasta entrada su segunda década. No están acostumbrados a ellas desde su nacimiento. Se forman micro sociedades que compiten por ser las más conocidas. Que se arrebatan cada cierto tiempo el poder de la atención: de generarla y de atraerla. El perfecto aparador para las más hermosas neurosis. Bellezas coloridas y gritos llenos de ritmo y depresiones disfrazadas de eventos de beneficencia.

¿Para qué estar cada vez más cerca de cientos de personas si en ese acercamiento te alejas de ti mismo?

Estás contento, a veces.

IV

Te preocupas encarecidamente por tu vieja mascota. Ese perro peludo que cada año ha tenido que sufrir de un rastafarismo involuntario y cuya salubridad juega un papel casi irrisorio al interior tuyo y de tu familia más próxima.

Dudas que te escuche cuando le llamas. Es casi seguro que haya perdido la vista y luce tan cansado que el saludarte representa un esfuerzo más allá de lo perruno.

Sufres, porque lo quieres.


V

Muchas fotos de personajes con portentos de barba o vello corporal estremecedor son las que ahora representan la imagen que quiero. Soy un poeta perdido en su propia imaginación que se harta de su propia obra cada que la lectura entre líneas le recuerda los pasos que aún no ha dado o no ha terminado de dar.

Vasos de muchos colores esperando a ser llenados de agua, vino y jugo de mandarina discurriendo en jarras de aire caliente y algodones de azúcar de hace quince años.

¿Por qué esforzarme en imaginar futuros que alteran los nervios cuando tengo un presente que vivir ahora? ¿De qué me sirve dejar crecer mi barba si al mirarme al espejo pienso en el día que la rasuré? Sin sentido. Sin sonrisas.

La imaginación es el mejor camino para desterrar a la apatía, dice una figura enchocolatada desde su reino de la psique y perdido en su propio tiempo.

Contengan sus resorteras, las piedras de río caerán de mi espalda en poco tiempo para ser usadas en lanzamientos a lagos, ríos y charcos grandotes. Veamos cómo rebotan, sentémonos a la orilla a ver nuestro reflejo y entender de una vez por todas que el presente es el que nos aplasta, y sólo nos aplasta cuando lo dejamos sólo y volteamos los ojos en llamas a un horizonte que no está cimentado siquiera.

Ya no pesan.

VI

¿Qué puede ser más gratificante que disfrutar una bolsa llena de cacahuates? Crujientes y pequeños cacahuates que te comes sin quitar la cascarita roja. Un vaso de agua de sabor, un refresco, un juguito.


Disfruta de la vida. Tienes treinta. Tienes tiempo. Te tienes a ti.