martes, 14 de diciembre de 2010

Nostalgia de ocasión

Ah, qué tiempos aquellos


Al paso de los años uno se va haciendo a la idea de que hay cosas que, simplemente, no se pueden hacer o solucionar. No como el que se resigna cristianamente a la muerte de su tía abuela, sino como aquel que se va dando cuenta de que, por desgracia, no es superman.

Esas veces, se avanza, se toman decisiones, se dejan de lado pasatiempos que durante largo rato se disfrutaron o se entierran emociones que abrieron heridas tan grandes que, en ese momento, hubieran podido formar un Cañón del Colorado. Todo esto, sin salir de la recámara.

Por ejemplo, hace una semana fui invitado – es un decir, porque en esos casos, no se te pregunta, las notificaciones son en tiempo pasado – a un grupo en facebook que pretende reunir a personas que comenzamos a escribir en los viejos blogs que daba gratis Microsoft hace unos 4 ó 5 años. Este grupo al que amanecí afiliado se llama “Blogosferos”, sin acento.

Al respecto de esto tengo varias opiniones - ¿acaso es obligatorio tener sólo una y defenderla cual perredista a su hueso? - : primero, me parece una buena idea convocar a aquellos con los que uno se fue fogueando cuando inició el oficio de escritor por el puro ocio de tener harto tiempo libre; segundo, que se siente como cuando uno se reúne con sus compañeros de la secundaria después de 15 años y ve como algunos ya tienen hijos, algunos otros tienen hijos pero no tienen idea de quién es el padre, otros se han lamentado esos mismos 15 años de no haber tenido el valor de ejecutar esta reunión y alaban todo cuanto los demás digan, o los que llegan y, como antes, se divierten levantando la mano como el chico sarcástico, el gordito bromista que no le funcionan las dietas, el eterno poeta o la chica que no deja de recordar al que le rompió el corazón 7 años atrás. Y tercera, que aún después de mucho tiempo si alguien antes te era indiferente o soporífero indudablemente lo seguirá siendo.

Para ser más claro: me gusta la idea de ver qué ha sido de los que a lo mejor leí un par de veces el sexenio pasado, me encanta saber que siguen vivos y sobre todo, que la escritura no es nada más una moda para que completos extraños nos echen porras para resolver problemas que seguramente les importan un rábano y que, ilusamente, creemos que ahorrará pagar ayuda profesional. Lo único que me puede representar una sesión de cloroformo es leer, cinco años después, los mismos lamentos y las mismas bromas.

Imaginemos este momento: fulano y sutana, cada uno en su vida, cada uno en su trabajo, reciben la notificación – siempre en tiempo pasado: “usted ha sido añadido al grupo…”- y se ven a sí mismos rodeados de gente que los hace recordar aquellos viejos tiempos, esas letras que les dieron ánimo y reuniones que posiblemente, les llevaron a conocer al amor de su vida. Acto seguido, corren a hurgar su viejo blog y a re leer los textos que les dieron si no fama y reconocimiento virtual, sí un gran recuerdo que traer a la superficie ahora que los lectores de antaño coinciden en el mismo lugar – ¿qué escritor en ciernes no ve con ojos vidriosos la oportunidad de tener lectores de nuevo y más aún, comentaristas? -.

Tenemos precisamente eso: noventa y tantos miembros, de los cuales una tercera parte se puso una inyección de adrenalina que sólo dios sabe cuánto durará que los pone como niños hiperactivos a desenterrar posts o a escribir nuevos; eso sí, llenos de nostalgia, melancolía, listas de nombres de quienes faltan por invitar y una dosis soporífera de adjetivos repetitivos y cíclicos para describir algo que queda perfectamente claro en 4 palabras: Siempre me gustó escribir.

Y entre si son peras o manzanas, entre la nostalgia y la sensación de estarse chupando un limón sin que nos digan “agua va”, uno se da cuenta de qué ha pasado en los últimos 5 años y de cómo, por causa de un ocio sin dirección, se encontraron las aptitudes para la escritura; de lo cual, siempre lo he dicho, estoy orgulloso.

Otra cosa es que los nóveles letristas distingan entre el lenguaje hablado y el escrito; o lo que es lo mismo, que escriben como hablan, licuando palabras como “a ver, haber, hay, ay, echo, hecho…” etc para fortificar la manifestación lúdica de su felicidad recién reunida en comunidad. Pero como dije al principio, nadie es superman.