viernes, 22 de mayo de 2009

Siempre hay una primera vez...

A nadie le gusta que lo interrumpan mientras se hace bien pendejo en la oficina, ¿a ustedes sí? No creo. Los conozco demasiado bien. 

Hace aproximadamente 8 horas, experimenté esa sensación tan especial que te hace pensar, como en flashazo de Lost, en que alguna vez en tu vida tendrás que usar pañales de adulto. Y es que, dos horas antes de mis sagrados alimentos la ciudad de todo menos la esperanza se meció al ritmo de un elegante sismo de 5.6 grados. 

Me siento obligado a confesarles, lectores, que el día de hoy supe lo que era sentir un temblor. Jamás en mi existencia terrenal -quién sabe si en las vidas pasadas, no he preguntado- había estado en el momento y lugar donde los movimientos trepidatorios provocan un sonoro y sincerísimo !SU RE PUTÍSIMA MADRE! y déjenme decirles que pocas veces disfruto tanto decir esa florida frase.

Como siempre, en la oficina del Cine Piojito estábamos todos absortos en nuestras labores creativas (sic): los diseñadores rompiendo las barreras de la estética innovando portadas para películas -y bajando ánime en lo que guarda el potochop- y el trío de producción se ocupaba de sus sesudas labores dignas de exhibirse en su cafesito de confianza cuando, en medio de la bruma, Alex -el diseñador que baja ánime- dijo:

- ¡Está temblando goeeei, está temblando!

Dada su costumbre se carnearnos cada 15 minutos con que Calígula está subiendo al recinto, lo tiramos de loco. Fue unos segundos despúes que, poniendo atención en el techo en la clásica actitud no vaya a ser la de malas, -sin mencionar el repentino escape del baño por parte de otro diseñador, al que el temblor agarró como al Tigre de Santa Julia- vimos el baile de las lámparas para exclamar al unísono:

- ¡YA VA-LIÓ VER-GA!

Al ritmo de No Corro, No Grito, No Empujo, pero sí Me Largo de Aquí, procedimos a bajar las escaleras con la civilidad que compete a 7 profesionales de la cinematografía y nos unimos al demás personal en el patio interior; el cual abandonamos como 30 segs después para volver a desquitar el sueldo.

Durante las siguientes horas hemos sido testigos de que, de nuevo, los medios tradicionales de comunicación se la pelan sin resistencia a lo que los usuarios de interné podemos hacer en casos como este -vean el excelente post de Lilian para detalles al respecto-. Lo cual, primero, me llevó a pensar en la estructura de nuestras H. Oficinas y, segunda, me hizo reflexionar sobre la vida y el futuro que nos espera.

Despés de todo el merequetengue y la filosofía del desastre, queda una cosa que me hace sentir bastante triste: a pesar de que ya han pasado más de 20 años, y que hoy hizo el acostumbrado reporte en vivo, Lolita Ayala sigue sin saber leer el prompter. 

Siempre hay una primera vez, ¿verdad, Lolita?