miércoles, 1 de julio de 2009

Microcuentos para lectores con prisa II

Una mañana, el señor Ginsberg salió desnudo a su jardín, miró el horizonte y simplemente aulló.

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Doc: Pinche condensador de flujos... sabía que debía comprarte en Meave.

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De los tres Osos, el padre era el único que había empezado su dieta de niñas rubias.

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Me asomé a la ventana y ahí estaba: la rubia vecina de blanquísima piel, desnuda; jugueteando en mi jardín.

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Huevos con Ejote era el menú. El mago del gran sombrero de copa, evidentemente, no podía comer ahí.



Primera entrega aquí