martes, 1 de abril de 2008

LAS CARIES DEL BALÓN, OUCH!

Dicen que cae más un hablador que un cojo, que la selectión es un negocito al que hay que cuidar para que no dejen de llegar los centavitos (uf, re poquito salario, vdd?). Y mientras la onda emofóbica y el dentista que perdió la guerra nos distraen de otros asuntos que nos dejarán sin aliento este año (remember gazolinazo?), recupero una picante reflexión de un no-deportista que bien podría resumir lo que le depara el futuro al deporte nacional (comercial...oops!) por excelencia:


El pensamiento reduce la complejidad
por Eduardo Casar

Para Juan Villoro
El principal problema del futbol se inicia por su obstinación en usar una pelota redonda, ya que siendo así ésta no puede controlarse, rueda mucho y tiende a escaparse.
Eso, sin embargo, es apenas un problema de forma al que hay que añadir uno de materia, y es que la pelota debería estar hecha de un material que no rebotara, para que existiera mayor estabilidad en los “pases” (que en este contexto se refieren a la transferencia del balón entre un jugador y otro, elaborada con fines decorativos o de gallarda aproximación a la meta contraria), y habría muchas más de las llamadas “jugadas a balón parado”, con las que, según los expertos, la Selección Nacional mete más goles.
Al restringirse el capricho del ahora tan arbitrario movimiento del balón se podría reducir tanto el tamaño de la cancha como, proporcionalmente, el número de integrantes de cada equipo, con la consecuente economía de emolumentos y de declaraciones repetidas en las entrevistas que los periódicos les hacen a los futbolistas.
La reducción del tamaño de la cancha podría ampliarse hasta el punto en que sólo fuera necesario usar el espacio que ocupa una cama matrimonial, por decir algo. Infiérase ya aquí la reducción de las porterías y del tejido de las redes de las mismas y súmese a la cuenta el ahorro en los telefotos de los fotógrafos deportivos, que actualmente son carísimos ambos.
Casi saldría sobrando el oponente mismo, con lo que (pensando de manera positiva) se evitarían las rivalidades irracionales y la violencia de los fanáticos de uno u otro equipos, ya que solamente habría uno, constituido –dado el tamaño de la cancha– por un jugador que al mismo tiempo fungiría como su propio director técnico, y cuyo oponente sería él mismo, atareado como un niño en que el cubo de plástico embone en un hueco de su tamaño exacto. ~

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¿Se imaginaría el escritor que el mismo Miguel Hidalgo y Costilla podría comandar al ajército verde?

Yo, panbolero