domingo, 12 de julio de 2009

El Asesino Perfecto

Bajo la Luna azul te vi por primera vez. Hablamos tanto que pensé que había pasado una eternidad. Naufragué en tus ojos. Me rescató tu sonrisa.

Hace tres noches, sentado en una mesa frente al escenario decidí que debía hacerlo. Nunca deberás dudar del amor que te demostré todos estos años. No. Inclusive de cuando supe de ese incidente en tu juventud. No me importa que hayas estado muerta por unos minutos. Que en tu sueño mortal hayas sido una Reina y visto cosas que a la fecha no comprendo. En tus ojos siempre veré tu capacidad de tomar mi imaginación y hacerla escurrir entre paisajes coloridos y vacíos de cordura.

Esa noche, Alicia, decidí que no podía más.

Al regresar a casa, me acerqué a mi mujer, sonriente. Ella, preocupada, me abrazó envuelta en llanto. La tomé entre mis brazos, la besé tiernamente en los labios y, al mismo tiempo, hundí una daga en su espalda.

Amor y muerte, Alicia – le dije suave al oído mientras la luz de sus ojos se extinguía desde adentro- Amor y Muerte. Las dos al mismo tiempo.